La frase es rotunda: estos que tenemos –¿todos, digo yo?– son los peores políticos de la historia reciente. Lo dijo uno de ellos: el presidente Feijóo, que viene a ser el verso suelto de las derechas lo que permite esta pregunta ¿qué hace usted entre esa tropa?
Lo que sucede es que o noso presidente por un lado no está cómodo con la mayoría de sus compañeros de partido y por el otro puede querer entrar en la probable guerra de sucesión de Casado compitiendo con la presidenta de la comunidad madrileña, según suenan algunas voces en medio de su conocida perorata de “Galicia lo primero”, a la que según el BNG la tiene abandonada mientras organiza reuniones que agranden su currículo…
Y ahora los políticos tienen sobre el terreno otro asunto de importancia capital ¿sirve,, porque vale, la actual Constitución. Son muchos los que piensan que si Alemania en cuarenta años consideró consideraron necesario incluir hasta sesenta reformas, aquí en cuarenta y tres, la urgencia parece mayor. Y es que en casi medio siglo ha cambiado la ciencia, la tecnología y los ciudadanos.
Al parecer ante el auge de la extrema derecha en toda Europa, y aquí que les voy a contar que ustedes no sepan, el temor se fundamente en el riesgo de retroceder en derechos hoy en marcha –desde la aprobación de la eutanasia hasta el modelo territorial– tal como se manifiestan los voceros de esa derecha que aquí se multiplicó a costa, entre otras cosas, de ese centro del que todos hablan pero a las pruebas me remito.
Lo que llama la atención es que esos grupos que están todo el día envueltos en la bandera y haciendo genuflexiones a la Constitución, llevan en sus programas algunas ideas que ya fueron despachadas hace muchos años. Tampoco las administraciones – locales, provinciales, autonómicas, gobierno central – confirman con hechos lo que tanto proclaman. Un ejemplo: ¿qué han hecho para facilitar una vivienda digna tal como se recoge en la Constitución? ¿Cuántas viviendas sociales se hicieron?
Los elogios a la Constitución –fruto, dicen, de un acuerdo pero cada día está claro que fue un pacto muy generoso con los franquistas que tuvieron todo “atado y bien atado”– no valen para hoy donde cada vez es mayor la distancia entre los ciudadanos y sus políticos. Eso que, mire usted por donde, nos repite uno de ellos: Núñez Feijóo. Y tiene razón.