Estas fiestas, los transeúntes pueden disfrutar de las luces en los Cantones, y sacarse fotografías dentro del árbol que los adornan, pero el próximo año no será posible. El Ayuntamiento espera comenzar las reforma de los Cantones a partir de febrero, y va a permanecer cerca de dos años en obras, fase por fase. El objetivo es que esta zona vuelva a sus orígenes, a una época más pausada, donde los peatones no cruzaban por pasos de cebra, sino por donde les apetecía. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento, no todo podrá ser como antes: la piedra no podrá ser de A Coruña, puesto que su cantera ya no existe. El concejal de Urbanismo, Francisco Díaz Gallego, asegura que están sopesando otras opciones: “Habrá que buscar la piedra más parecida posible”.
En efecto: el granito coruñés, la llamada “piedra llorona”, ya está agotado. Hace mucho tiempo que cerró la cantera de monte de San Pedro, al pie del océano. “Se hará un trabajo parecido al de San Andrés, donde se buscó una piedra adecuada en color y textura lo más parecida posible –aclara el edil–. Se trata de evitar ese granito gris que es tan corriente en otras ciudades y que es ajeno en A Coruña”. Porque la ciudad tiene una piedra muy característica, y no todas las que hay en el mercado casan con ella. “En San Andrés lo conseguimos, y fue una cantera gallega. Lo lógico es que se opte por la misma piedra”, opina el concejal y arquitecto.
Fueron las obras de pavimentación de los Cantones las que dejaron seca a la cantera de monte de San Pedro. “Este es el último granito coruñés que se sacó de la cantera de la ciudad de manera masiva”, revela Díaz mientras pisa una de las losas cercanas al Obelisco. El concejal de entonces, el también socialista Florencio Cardador, lo recuerda: “Lo sacamos de donde está ahora el elevador. El arquitecto, que fue Javier Padín, un hombre muy escrupuloso, se encargó”.
Por su parte, el cantero Francisco Valiña, confirma que el granito coruñés está extinto: “Le llamaban ‘llorona’ porque tenía mica y cuando llovía, expulsaba la humedad”. También se la llamaba ‘blanca de San Pedro’ y tenía fama por su grano fino, que permitía su uso también en esculturas. Hoy en día puede verse por toda la ciudad. “Ahora todo el granito viene de Ourense y de Lugo”; explica el cantero. En realidad, toda la provincia herculina se halla igual: sin canteras en funcionamiento, excepto alguna zona de Noia. Pero la falta de piedra original no es el único problema que ha tenido que afrontar el Ayuntamiento para sacar adelante el proyecto.
Uno de ellos es la instalación de unas gradas justo encima de la salida del aparcamiento subterráneo. “Era el que más impacto tenía –reconoció el concejal de Urbanismo– pero se ha resuelto bien, y ha recibido la aprobación de Patrimonio de la Xunta. Creo que va a ser un elemento muy usado”. El problema consistía en que era muy alta originalmente, situada justo encima de la salida más cercan a la plaza de Mina. La nueva es más baja, pero permitirá “una imagen icónica como la de Nueva York” .
Otro punto polémico era el cierre de Entrejardines al tráfico. Esta pequeña calle entre las dos zonas verdes permite girar a la derecha y regresar a la plaza de Ourense. “Es necesario peatonalizarlo, unir los jardines. Se dejará el espacio libre, sin plantar arbolado, y será una continuación de las palmeras al jardín”, explica el edil. El único giro posible será entonces en la rotonda del teatro Colón.
En cuanto a la vegetación, es difícil plantarla por la gran cantidad de infraestructuras del subsuelo. Solo se puede introducir en tierra en la zona de rúa Nueva. En el resto de Los Cantones habrá que conformarse con macetas.
Por el contrario, se eliminará el parterre que se encuentra a los pies del Obelisco, y que Díaz considera que lo aísla del público.
Ha tardado, pero por ahora nadie se ha mostrado en contra de la transformación, algo raro cuando se trata de peatonalizaciones. Al concejal le parece algo natural: “Todos tenemos interiorizado que este es el salón de la ciudad”. Los nuevos Cantones se parecerán mucho a los antiguos, con la diferencia de que no se derramará ni una lágrima al construirlo.