En ‘Madre de corazón atómico’ (Seix Barral), el escritor coruñés Agustín Fernández-Mallo enarbola una suerte de canto luminoso a la vida de su padre, al tiempo que incluye a su madre en un título que guarda recuerdos paternales y musicales.
La novela “surge a raíz del fallecimiento de mi padre”, pero en encontrar y armar la técnica literaria con la que contar estas vivencias verídicas ha tardado doce años. “La muerte siempre es nueva”, apunta el autor, “ante la muerte sentimos cosas que nunca habíamos sentido, y más si es la muerte de un padre”, añade sobre la génesis de su nueva novela y el leitmotiv “de querer contar su vida y de querer contar lo que yo experimento”, en una suerte de demostración de que, en realidad, “nadie muere”, sino que “la persona fallecida puede resucitar en tu cabeza de otra manera”.
A pesar de que la primera idea que pueda surgir en nuestra cabeza es la tristeza o el dolor, Fernández-Mallo sale rápido al paso: “Es un libro optimista, no es un libro lacrimógeno, es importante decirlo”, porque esta obra no es una pieza “que llame a la nostalgia o a la romantización de un pasado para recrearme de una forma triste, todo lo contrario”. Y es que en ‘Madre de corazón atómico’, el escritor habla de “la vida de una persona vital, una persona muy moderna, que siempre quería hacer algo nuevo, algo que nos inculcó a los hijos”. “Mientras lo escribía, yo también sufría ese proceso de luminosidad, no lo pasé muy mal escribiéndolo”, apunta, recalcando que sí que le hizo sufrir más en el plano literario “de cómo abordar una historia así”. “Para mí, era una alegría hablar de mi padre y contar las cosas de mi padre. Fue algo... no liberador, sino alegre”.
A lo largo del libro, a través de sus propias vivencias por Estados Unidos, Fernández-Mallo rememora el viaje que su padre hizo a Kansas en 1967. Su progenitor iba a EEUU “a buscar vacas para traerlas en un avión a Galicia”. Y las trajo. “Es un viaje casi surrealista, imaginarse vacas volando, atravesando el Atlántico”, pero su padre se lo contaba en su día como algo más de su profesión, “sin ninguna épica”.
Esto lo sumó a cuando su padre le explicaba la portada del icónico disco de Pink Floyd que da nombre a la novela desde el plano veterinario. Uniendo aquella explicación con la imagen “digna del surrealismo de Buñuel” de las vacas volando, Fernández-Mallo se decantó por ‘Madre de corazón atómico (Atomic Heart Mother)’ como nombre de la novela, dejando así un hueco también a su madre, “era una forma de incluirla”.
A lo largo de la novela, además de la vida de su padre, también relata sus últimos años, dando espacio para “elucubraciones poéticas” vinculadas a su estado. El proceso de demencia que vivió fue “un momento vertiginoso para mí”, a través del cual “aparece la gran pregunta que en realidad vertebra la escritura del libro, que es ‘¿quién hay ahí?’, porque es una pregunta que, de repente, te cambia el decorado, como si te dijeran que has vivido en un decorado y que ahora aparecerá esta realidad que es nueva”, reflexiona.