Alfonso Salazar | “Mi récord está en comer 26 churros de Bonilla de una sentada”

Anda de cabo a rabo por la ciudad, que dibuja, más el paisanaje que el paisaje, en cualquier trozo de papel que encuentra. De camino, saluda mucho, sobre todo a sus compañeros del colegio
Alfonso Salazar | “Mi récord está en comer 26 churros de Bonilla de una sentada”
Alfonso Salazar, junto a la escultura de Curros Enríquez en Méndez Núñez | Quintana

ENTREVISTA CTV

 

Andando a buen ritmo por los Cantones. Esa es la manera más fácil de cruzarse un día cualquiera con Alfonso Salazar (A Coruña, 1966), que camina la ciudad de punta a punta. Desde As Xubias hasta la Torre, pasando por Fernández Latorre, en donde vivía de niño, “justo encima del Lionardo”: “Mi abuelo me llevaba a la Palloza a comprar los churros en el Timón, una casetita que había allí –evoca–; recuerdo que llovía mucho y que no había calefacción en las casas”.


Empresario, fanático del dibujo (toda la entrevista se la pasa esbozando retratos de gente que hay alrededor), azote de los políticos locales y firme defensor del asociacionismo, pasó de los Jóvenes Empresarios a crear otra agrupación, Ascega, en plena crisis. En parte porque ya no era tan joven y en parte por defender a sus compañeros. “Se demonizaba al empresario; parecía que la culpa la tenían los que ponían los ladrillos y era de quienes daban dinero a todo el que entraba por la  puerta –argumenta–; hemos hecho mucha labor, casi psicológica, porque hubo mucha gente que quedó muy tocada”.

 

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 
Cuando me llevó mi padre a coserme la cabeza a la clínica Tilve con una brecha después de darme con una mesa de mármol. Recuerdo que llevaba un jersey naranja de cremallera que picaba un montón, porque antes los jerseys picaban mogollón. Y me acuerdo de haber ido al cine e, incluso, de la primera película que vi.

 

¿Cuál fue? 
Una de John Wayne, de cerrar pozos de petróleo. 


¿Ahí empezó su pasión por el western? 
No, porque no era un western. Era un equipo que se dedicaba a cerrar pozos de petróleo. Pero a mí no me gusta mucho el western, solo algunas. Es más, el de serie B no me gusta nada. Me gustan sobre todo las crepusculares: ‘Grupo salvaje’, ‘Duelo en la alta sierra’, cuando le cierran la puerta en la cara a John Wayne en ‘Centauros del desierto’...

 

Se la cierran en la espalda.  
No, no, él está fuera y le cierran la puerta en la cara. Pero lo que me gusta es el cine en general.

 

¿Y cuál es su película favorita? ¿O una con la que se identifique? 
No soy mitómano, no me hubiera gustado ser nadie. Yo tuve mucha suerte de pequeño, porque siempre estuve rodeado de gente muy buena y gente que incluso había sufrido. Mi abuelo estuvo ocho o nueve años en el caldero y condenado a muerte. Y en dos penales complicados, Canarias y Valencia. Pero aquello no se percibía. Es más, el nieto del fiscal que condenó a mi abuelo era mi compañero de pupitre. Recuerdo haber estado rodeado siempre de gente buena, muy culta y luego tuve suerte de ir a Peñarredonda.

 

¿Seguro que eso fue una suerte? 
Para mí, sí. Tuve unos profesores fuera de serie y era un colegio en el que te acostumbraban a ser libre y a pensar por ti mismo.

 

Suena raro decir eso de un colegio religioso y del Opus, además... 
Es que no era un colegio religioso, era un colegio seglar. Era una educación con calidad, grandes profesores y un compañerismo y una conciencia de grupo que ha permanecido siempre. La gente decía: “No, es que como es del Opus...”. Pero la gente habla sin saber. Te acostumbraban a pensar por ti mismo y, hasta cierto punto, a sobrevivir. No conozco a nadie de mi curso, y éramos 48 en cada clase, que no haya sabido buscarse las castañas.

 

¿Todavía sigue en contacto con sus compañeros? 
Sí, y con mis profesores. Con los que me trataban bien y con los que me trataban mal.

 

Algún capón llevaría... 
Vamos, hostias como panes... pero las merecía todas. Para mí, haber ido a Peñarredonda fue un lujo, fue una suerte que agradeceré toda mi vida. Y yo creo en la educación segregada, tú tienes que educarte con los de tu misma condición, porque las mujeres están a una gran altura y no puedes competir. No puedes educar a un caballo de carreras con un burro porque se va a frustrar.

 

Tiene pinta de haber sido travieso porque lo primero que recuerda es haberse abierto la cabeza. 
Era bueno. Hay gente que dice que no, pero me entretenía solo. Podía pasar horas dibujando.

 

Igual que ahora... 
Sí. Creo que no me he aburrido en la vida. Es algo que echo en falta en esta sociedad de la información y la comunicación, cuando ves a los niños  y a los padres, cada uno con su móvil, viendo sus chorradas por separado. Yo creo que tuvimos mucha suerte, que vivimos en una sociedad que sí, había bullying –bueno, le llamabas de otra manera–, pero la gente tenía otros valores.

 

¿Puede ser nostalgia eso? 
No lo creo, porque era duro, pero te preparaba para la vida. Porque la vida es dura. Hoy no, la gente es mucho más mantecosa.

 

¿Cómo ve la ciudad?
He sentido más la ciudad antes que ahora, le estoy cogiendo un poco de tirria. Los 80 y 90 fueron gloriosos. Era pujante a nivel comercial, con mucha vida en la calle, muy culta... era una fiesta continuada. Ha ido perdiendo posiciones a nivel comercial, cultural y político. A partir de que la gente no se cree la ciudad, ha ido descendiendo peldaños y a mí muchas veces me cuesta entenderla. Es una ciudad sucia, oscura, para mí, mucho menos libre. La veo más aburrida que antes.

 

¿Cómo le fue como empresario?
Me fue muy bien, porque trabajé mucho, y luego vino la crisis de 2008, que para mí no es una crisis inmobiliaria, sino bancaria. Me arruiné y volví a empezar. Tenía claro que no me iba a rendir. Me di cuenta de que el mundo inmobiliario es como el sacerdocio, es un sacramento. Y me gusta.

 

¿Por qué? 
Porque mi vida no es todos los días igual. Una obra es como un cuerpo: un día le duele un brazo, otro tiene diarrea... Tienes que solucionar problemas cada día y muy rápido. Y luego pelearse todo el día con la Administración.

 

Cuando viene alguien de fuera, ¿ a dónde lo lleva? 
Tenemos una suerte, que es el Paseo Marítimo. Tú coges a alguien de fuera y le das una vuelta por el Paseo Marítimo (no a mi velocidad, a una velocidad normal) y no da crédito. Eso ha sido el mayor logro de la ciudad en el último siglo y medio. Monte de San Pedro y Paseo Marítimo es una de las mejores cosas que se le pueden mostrar a alguien de fuera. 


Sobre lo de “andar a velocidad normal y no a la mía”... ¿Cuántos kilómetros hace al día?
Yo me deshice del coche, creo que es un recaudador de impuestos. Voy a todos lados andando. Y cuando digo todos lados, es todos lados. ¿Hay que ir a Servisa? Voy andando. Este verano fui una vez a Mera para ver cuánto tardaba.

 

¿Y cuánto tardó? 
Casi dos horas porque fui parando en algunos sitios. Esta es una ciudad amable para caminar. ¿Cuantos hago? Hay días de 11 y días de 14. Tenía un amigo, Currito Pérez-Cepeda, que andaba a mi paso, y éramos unos grandes descubridores de enfisemas pulmonares porque nadie nos aguantaba el ritmo. Cuando se murió, le pedí a la familia sus zapatos y los tengo en una vitrina.

 

Dice que no es mitómano pero tiene un museo en su casa. 
Soy un acaparador. Me gusta buscar cosas y cuando las encuentro, las guardo.

 

¿Por ejemplo? 
Creo que tengo la evolución del magnetofón y lo mismo con el tocadiscos, mis madelman de pequeño... tengo muchas cosas. 

 

Preguntas cascarilleiras

¿Churros de Bonilla o del Timón?
Bonilla. Mi récord está en 26 churros de una sentada. Es más, Fernando Bonilla me dijo que si era capaz de hacerlo en un minuto, me hacía un anuncio para el cine (risas). Me parecen una gloria de esta ciudad, son para el profesional coruñés del churro. Sin desmerecer los otros, que están muy buenos también.

 

¿Monte de San Pedro o jardines de Méndez Núñez?
Méndez Núñez. Me recuerdan a cuando era pequeño, a los barquilleros, a esas señoras que vendían chucherías, escopetas con corcho, petardos... Que debían de llevar encima tres kilos de pólvora y podían haber hecho otro estanque.

 

¿Agua embotellada o de Emalcsa?
Del grifo. El agua coruñesa es la mejor que hay. Hay veces que lloro bebiendo el agua de la nevera. 
 

¿Playa de Riazor o del Orzán?
Matadero. No es muy grande, la arena no es de cantera, como la barbaridad que hicieron en el Orzán y Riazor, el ambiente está muy bien, el agua está fría y limpia y es estupenda como playa urbana.

 

Iba a preguntar si va a pie o motorizado pero ya lo ha contestado...
Andando. O vas andando o vas en coche pero ver gente de cierta edad con el patinete... hay que tener un poco de dignidad, por favor.

 

¿Helados tradicionales como los de la Colón o sabores modernos más exóticos?
Aquí no hay duda. Llevo mi cucharilla (la saca del bolsillo) porque yo me tomo todos los días un helado de la Colón. Para no gastar cucharillas, me llevo la mía.

 

¿En serio?
Todos los días. Mientras la Colón esté abierta... Solo estuve un año sin comer helados, por una promesa. Llegaron incluso a pararme por la calle para preguntarme si me habían hecho algo. Iba a la Ibense cuando era pequeño y luego Leonardo montó la Colón y ahora están Paula, Amelia y Dani. El helado de maracuyá es orgásmico y ahora hay un sabor nuevo –siempre están investigando, Dani es el Paracelso de la heladería– el yuzu, una fruta japonesa, buenísimo.

 

¿Verbena o concierto en el Coliseum?
Concierto en cualquier sala pequeña. La labor de salas como Mardi Gras, Garufa y alguna otra por la cultura en esta ciudad... les tenían que poner una calle.

 

¿Carnaval o San Juan?
Soy un choqueiro convencido. El día que nos fuimos a El Corte Inglés a comprar dos uniformes de Peñarredonda y nos preguntaban las tallas de los niños y eran para mí y para mi colega Javier. Un día leí que el maquillaje con bicarbonato duraba más y tuvo que ir al hospital porque se le quemó la cara. Eso sí, a las cinco de la mañana el maquillaje seguía perfecto.

 

¿Barrera o Estrella?
En Carnaval, Barrera sin duda.

 

¿Chorbo o neno?
Yo digo ‘chaval’. Chorbo no me parece muy allá y neno nunca me ha gustado. 

Alfonso Salazar | “Mi récord está en comer 26 churros de Bonilla de una sentada”

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