Un hostelero de 66 años del barrio de O Ventorrillo fue apalizado cuando se disponía a echar la verja de cierre de la cafetería San Telmo. Los hechos ocurrieron al filo de las 22.15 horas en la calle del alcalde Salorio Suárez y acabaron con Manuel Otero, propietario y único trabajador del establecimiento, ingresado en el hospital con múltiples fracturas y contusiones.
El presunto agresor había sido uno de los últimos clientes en abandonar el San Telmo y, cuando Otero se disponía a iniciar el proceso de cierre, pudo comprobar cómo permanecía vigilante en los contenedores situados justo a la salida. Estaba con una mujer, que fue la que inició la maniobra de distracción para el hurto. "La chica me pidió un vaso de agua y le dije que no, así que él apareció por detrás, me agarró del cuello y me metió dentro del local", recuerda. "Me defendí como pude, pero tengo ciática y la rodilla no me responde, así que me tumbó y me siguió arrastrando hasta detrás de la barra, donde incluso me apretó fuertemente el cuello", añade.
Una vez a salvo de la mirada de los viandantes, el asaltante reclamó la recaudación de la jornada. "Me dijo que le diera todo el dinero y saqué lo que tenía del bolsillo. Era la recaudación de la máquina de juego y de la caja, un total de 550 euros", explica Otero, todavía convaleciente en cama.
Otero intentó solicitar ayuda para interceptar al agresor, pero ni siquiera la rápida llegada de los clientes de los establecimientos cercanos pudo impedir la fuga. No obstante, ni el rostro ni el proceder resultaron extraños a los vecinos. "Me dijeron que es un chico de alrededor de 30 años y que utiliza siempre la misma técnica, lo hemos visto bastante por el barrio", subraya el hostelero, que ya ha presentado denuncia y parte de lesiones en la Policía Nacional.
La cafetería San Telmo, instalada en el barrio desde hace seis años, permanece hoy cerrada y con su responsable encamado. No podrá abrir hasta recuperarse del esguince de tobillo y rodilla que le causó el agresor, además de una fisura cervical o contusiones en el cuello y el dolor de garganta por el forcejeo. Después de cinco décadas en el sector, Otero se lo toma con calma. "Es la primera vez que me sucede algo así, y llevo desde los 16 años en la hostelería, lo peor es la pérdida que supone ahora el cierre y tener que sacar igualmente el dinero del alquiler o la luz", finaliza la última víctima del vandalismo callejero.