Mientras A Coruña debate su modelo de movilidad y cuestiones urbanísticas sobre la conservación del patrimonio y la rehabilitación del mismo, en uno de los extremos del Ayuntamiento esos particulares ni se conciben. La vida pasa a otra velocidad y es más verde que nadie sin necesidad de Zonas de Bajas Emisiones. Feáns representa el último vestigio de la Coruña rural en pleno extrarradio de la gran ciudad. Una rara avis donde la vida va a su ritmo y donde no existen supermercados, sino huertas ecológicas y sostenibles.
La parroquia de San Fernando, donde está el enclave al que en el centro llaman barrio y que sus vecinos reivindican orgullosos como “pueblo”, fue el lugar al que acudieron muchos coruñeses durante el apagón del pasado 28 de abril. De hecho, buena parte de los residentes se encontraban trabajando la tierra cuando, pasadas las 12.30 horas, al Estado se le fundieron los plomos. En Feáns ni se enteraron. “Todos tenemos utensilios para sobrevivir: pozos, huertas, lareiras o cocinas de otro estilo”, indica José Ramón Cernadas, presidente de la asociación vecinal y firme defensor del estilo de vida que permanece inalterable con el paso de los años. “No sé cómo explicarlo, pero nadie se asustó y muchos ni nos enteramos. En mi caso me di cuenta cuando vino mi hija con los niños a cocinar, porque somos el refugio de los que están fuera”, explica.
Lejos del hipsterismo urbano que busca acomodo en el retorno al rural, podría decirse que Feáns es una especie de Marinaleda, si a la población andaluza se le quitase toda la capa política del discurso de Sánchez Gordillo. Por ejemplo, a Cernadas le gusta verse también como un reducto hippie en pleno siglo XXI. Eso sí, un hippie enxebre y a la gallega. “Somos un pueblo, porque seguimos con las tradiciones del pueblo”, sentencia. “Somos el último pueblo de A Coruña: todos tenemos nuestra huerta, aunque algunos no la planten. Incluso, alguna gente viene desde la ciudad para plantar. No tenemos que ir al supermercado para nada”, añade.
Cuando se le saca el ejemplo de Marinaleda y el vínculo existente entre vecinos que se saludan cada mañana el presidente de la asociación responde: “Queremos ser de otra forma distinta. No nos gusta la ciudad, porque es inviable, impersonal y los vecinos no se conocen entre sí. Nos gustaría que se nos respete como tal, como un sitio por donde pasa el único río abierto de una ciudad que lo ha entubado. Aquí hasta anidan los patos”.
En Feáns, donde viven según el censo 1.278 personas, no hay comercios, solamente queda un bar y apenas se puede construir. Uno de los objetivos de los que permanecen allí es lograr un acuerdo con las instituciones para poder reconcebir la parroquia, barrio o pueblo, según quien se refiera a San Fernando. “Somos un pueblo que se ha transformado totalmente de unos años para aquí. Se eliminaron todos los permisos de obra para hacer casas. Estamos tratando de poder construir y desarrollar un polígono. Es imposible por normativa y lo que tratamos es que, en vez de uno, que sean tres polígonos con casas unifamiliares. Que nuestros hijos, en vez de comprar un piso por ahí, se puedan hacer una casita en los terrenos de los padres”, sostiene Cernadas, que incluso tiene en su cabeza una división diferente a la oficial. “Como decimos nosotros, la parroquia de San Fernando tiene las dos urbanizaciones, Breogán y Obradoiro, la ciudad, que es Novo Mesoiro, y luego están los pueblos, que son Mesoiro Vello y Vío, además de Feáns. Nosotros somos la capital”, subraya.
La casa de José Ramón Cernadas podría ser una especie de punto fronterizo: frente a Novo Mesoiro, donde cada día ve pasar a las generaciones recién llegadas al barrio del extrarradio. El propio presidente vecinal de Feáns se encarga de ofrecer lechugas, tomates, kiwis o lo que tenga de excedente de un invernadero gigantesco y que se encarga de supervisar y trabajar cada jornada. El inmueble ya ha sido objeto de mención en algunas publicaciones arquitectónicas a europeas. El motivo es que Cernadas ha creado una ‘fortificación’ sostenible y ecológica a base de placas solares y una edificación en la que ni un milímetro se ha hecho al azar.
No todo en Feáns escapa de la modernidad. No hay término medio. O en tractor y trabajando la tierra o con los profesionales más formados del futuro en los centros de élite. “También somos el futuro. Tenemos una carretera, la de Obradoiro, que la llamamos la carretera de los intelectuales: hay colegio público, la universidad privada y el colegio que da nombre a la calle. Además, está el proyecto de la universidad Emilia Pardo Bazán”, aseveran los vecinos, que aceptan con estoicismo el peaje de ser el epicentro del saber. “Por las mañanas es impresionante ver la caravana de coches. Tenemos que comprar un helicóptero o estamos fastidiados”, bromean acerca del día a día y el tránsito hacia el cementerio o los centros educativos.
Y es que el soplo de aire fresco que supone tener los dos límites del barrio llenos de juventud es también un motivo de alegrías para Feáns, envejecido notablemente durante los últimos años. “Tuvimos la gran suerte de tener un barrio joven al lado, con niños. Es una inyección de juventud para nosotros. Es la ciudad donde más niños hay y también le enseñamos a vivir al lado de un pueblo. A los niños hay que enseñarles el respeto al pueblo. En cierta forma queremos que la parroquia de San Fernando sea elitista: que haya un orden y un respeto”, advierten los residentes, que este viernes celebrarán su patrón con una gran misa. Será a partir de las 19.00 horas y contará con la actuación de la coral polifónica Airiños de San Fernando, que celebra su 20 aniversario.
Sea un barrio, un pueblo o una parroquia lo cierto es que Feáns tiene un ritmo de vida muy diferente a la de una gran ciudad del año 2024. Un remanso de paz y tradición capaz de abastecerse a sí mismo y, en ocasiones, ‘desenchufarse’ de la rutina urbana.