Cuando el mundo se detuvo, Cruz Roja siguió adelante. Mientras la incertidumbre reinaba y las calles se vaciaban, sus voluntarios llegaron a donde nadie lo hacía. Repartieron alimentos y medicinas, acompañaron a personas mayores que se sentían solas, ofrecieron apoyo a quienes más lo necesitaban y contribuyeron a que muchas familias pudieran superar momentos muy difíciles. “Si no fuera por el voluntariado, no hubiéramos podido llegar a todo lo que llegamos”, celebra con orgullo Carmen Reigía, coordinadora provincial de la organización en A Coruña.
El anuncio del estado de alarma los puso en marcha de inmediato. En medio del caos, Cruz Roja se reorganizó en tiempo récord para responder ante todas las necesidades que traía consigo la pandemia. “Cuando llegó el covid, le dije a mi presidenta que esta emergencia se iba a sostener mucho tiempo. Teníamos que dosificar”, recuerda Reigía.
Además del socorro puro y duro, como movilizar ambulancias o abrir albergues, se dio respaldo a las familias que, de repente, se quedaron sin fuentes de ingresos y no podían afrontar el día a día. “Y nos tuvimos que redefinir porque el tiempo pasaba y teníamos que seguir dándole soporte a la gente que estaba en nuestros programas. Había mucha gente que a lo mejor tenía un portátil en sus casas, pero igual tenían tres hijos y los tres se tenían que conectar a clase a la misma vez. Son cosas muy básicas pero llegado el momento, ¿qué haces?”, pregunta.
Por suerte, la sociedad se volcó. En esa temporada, Cruz Roja incorporó a más de 500 voluntarios nuevos. “Nos llamaban preguntando cómo podían ayudar. Algunos no podían salir de casa pero se ofrecían para hacer llamadas. La gente quería ayudar de la manera que fuera”, asegura la coordinadora en A Coruña.
También hubo muchas personas que por edad o por pertenecer a un colectivo de riesgo, se ofrecían a colaborar pero la organización los paraba. “Intentábamos en todo momento proteger a los nuestros”, asegura.
"Algunos no podían salir de casa pero se ofrecían para hacer llamadas. La gente quería ayudar de la manera que fuera"
El equipo de Cruz Roja llegó a perder la noción del tiempo. “Los primeros momentos era casi de 24 horas al día. Eso pasa en todas las emergencias”, reconoce Reigía, una situación que conoce bien porque ha crecido profesionalmente en este mundo.
Para ella, la labor que hizo el voluntariado en la pandemia fue de “diez”. “Estábamos al pie de cañón día a día. Había usuarios que nos llamaban y nos decían que tenían la basura desde hacía dos días en casa. Y les preguntábamos al voluntariado si podían e iban allí a bajarle la basura a la señora. Son cosas muy básicas pero, al final, lo básico es lo fundamental para tener una vida normalizada”, explica.
Aunque la situación cambiaba cada día y los voluntarios ‘se metían en las casas’, Reigía asegura que no había “miedo”. “Iban enfundados en EPI de arriba abajo y cada vez que acudían a un domicilio se intentaba entregar los dispositivos en las puertas. La protección estaba ante todo, pero es que estábamos para dar respuesta. En esos momentos, no eres muy consciente”, reconoce la coordinadora.
Pero la huella del covid también les quedó a ellos. “Tanto el personal como el voluntariado, se exponían a un estrés muy elevado. Son situaciones complicadas”, confiesa Reigía. Por ello, los equipos de psicólogos de Cruz Roja estaban para respaldar desde el minuto cero y se organizaban intervenciones para que se pudiesen desahogar y contar cómo se sentían. “Es clave cuidar a las personas que trabajan en la emergencia”, recuerda la coordinadora provincial.
"Yo iba por el Paseo Marítimo y no había nadie en la calle y, de repente, vi al Ejército; me impactó muchísimo"
La incertidumbre predominaba por encima de todo. “Todos la tuvimos y no sabíamos muy bien qué trasladar. Yo nunca tantos DOG leí en mi vida como en aquella época”, confiesa entre risas Reigía. A ella lo que más le impactó es cuando se encontró a la UME en su ciudad. “Nosotros seguíamos yendo a la oficina y teníamos que venir uniformados para que no nos parase la Policía. Yo iba por el Paseo Marítimo y no había nadie en la calle. Y, de repente, vi al Ejército. Me impactó muchísimo”, rememora.
Carmen Reigía es de las que piensan que la pandemia “nos enseñó algo a todos”. Pero para ella, lo fundamental es recordar la importancia del apoyo comunitario ante la soledad no deseada: “En el covid, todos nos volvimos muy solidarios y ahora que pasaron cinco años, tenemos que recordarlo”.