Ruidosas, grandes, y a veces agresivas. Hay pocos coruñeses a los que les gusten las gaviotas, que se posan sobre los coches aparcados y se disputan entre ellas basura y carroñas que encuentren en el suelo. Sin embargo, forman parte de la ciudad y ahora mismo corren peligro de desaparecer, por extraño que le parezca a los que sienten que les basta volver la cabeza para encontrarse con una. Según el Ceida (Centro de Extensión Universitaria e Divulgación Ambiental de Galicia) en los últimos diez años la población ha caído un 70%, y todavía desconocen el porqué.
Los vecinos insisten en que hay gaviotas por todas partes. Como los de A Gaiteira, que protestan porque anidan en edificios abandonados. De hecho, la presidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos, Luisa Varela, está convencida de que existe una explosión demográfica de estas aves: “Eso es porque se paró el control de gaviotas. Campan a su libre albedrío. Yo vivo en una zona donde no hay mar y el otro día me asusté ¿Por qué había gaviotas? Porque iban a preparar una sardiñada”.
Pero desde Ceida insisten en que la situación es justamente la contraria. Sergio París, que ha participado en el programa ‘Aves ártabras’ que estudia los pájaros del Golfo Ártabro señala que en la colonia de gaviota patiamarilla más cercana a la ciudad, en las islas de San Pedro, se podían contabilizar antes 300 parejas anidando, número que ahora estiman se ha reducido solo a unas pocas docenas, quizá 50. “Es un descenso muy importante, muy acusado, muy rápido, durante los últimos cinco años”, denuncia el técnico.
Pero no se trata de un fenómeno que afecte solo a la ciudad, y eso es lo más preocupante. Al otro lado de la ría, en la Costa de Dexo, hace unos años, eran unos 300 parejas, como en San Pedro, y ahora se estima que existen solo entre 70 y 80 parejas En la roca de A Marola, que tanto temen los navegantes, ya casi no anidan. “Nunca hubo muchas parejas, 30 o 40 –reconoce París– pero ya solo hay dos o tres”.
Asociaciones ecologistas, como Adega y Hábitat, consideran grave el problema y nadie está seguro de las causas. “Una de las hipótesis es que no tienen acceso a alimentos de calidad. Un adulto puede comerse cualquier cosa que encuentre en San Andrés, pero sus pollos necesitan comida de verdad”, explica París. Por eso las normativas que impiden a los pescadores deshacerse de los restos arrojándolos sin más juegan en contra de este pájaro.
“Sé que tiene mala fama, pero tenemos que empezar a cambiar el chip y valorarla. Vive con nosotros, y le está yendo fatal. Puede estar en peligro de extinción”, alerta el técnico. Quizá cuando se oye el lamento de la gaviota sea por una razón.
Para añadir más misterio, las gaviotas patiamarillas están siendo atacadas por una enfermedad que los científicos no son capaces de determinar y que les paraliza, como señalan desde Adega. Varios de estos casos se han producido en A Coruña y sus alrededores. “Simplemente, no pueden moverse, se quedan en el suelo, con las alas extendidas. Si hay suerte y las encuentras, puedes cuidarlas, darles de comer e hidratarlas, y se pueden recuperar”, explican desde la asociación ecologista.
Pero el problema es que, en la naturaleza, las opciones de un pájaro paralizado son pocas. Se sospecha que puede ser botulismo a raíz de los análisis que se les han practicado a algunos especímenes, pero tampoco es concluyente. Es, según Sergio París, técnico de Ceida, un motivo más por el que preocuparse, dado que el botulismo también afecta a los seres humanos: “Como es numerosa, no notamos que desaparezca. Si desaparecieran 3.000 millones de seres humanos, tampoco lo notaríamos por comparación”.