El cáncer de cuello uterino o cérvix deriva en casi la totalidad de los casos del Virus del Papiloma Humano (VPH), una infección de transmisión sexual muy silenciosa y con unas tasas de incidencia muy elevadas. La psicóloga y técnica de prevención en la Asociación Española Contra o Cancro en A Coruña (AECC) Rosa Trillo afirma que aproximadamente el 80% de la población tiene contacto con este virus, aunque no siempre deriva en un cáncer.
En la Semana Europea de la Prevención del Cáncer de Cuello Uterino, Trillo brinda el apoyo de la AECC. Allí disponen de atención psicológica, social, logopédica, de nutrición y fisioterapia, todo de forma gratuita. Están disponibles las 24 horas los 365 días del año en el 900 100 036.
Vivir con cáncer de cérvix es una lucha diaria. El 16 de febrero hará cinco años desde que María del Pilar Prado recibió la noticia de que padecía cáncer de cérvix. Era Martes de Carnaval y estaba de puente, pues el restaurante donde trabajaba como cocinera cerraba unos días. Ella llevaba un tiempo con un dolor en el muslo derecho que le llegaba hasta la rodilla. Lo trataba con ibuprofeno, pero no le pasaba y decidió llamar al médico. Como era pandemia, la atendió por teléfono y la derivó al Hospital Materno, donde le hicieron varias pruebas. A las nueve y media de la mañana, llegó la noticia: “Tienes cáncer”. “Imagínate como quedé cuando yo no me sentía mal ni nada, solo tenía ese dolor en el dichoso muslo”, recuerda Pilar.
Su hija fue su primera llamada, pero cuando se lo intentó contar a su hijo ya en casa se derrumbó. “Le quise decir a mi hijo lo que me pasaba y, al ver a mi nieta, ya me desplomé. Para contárselo fue a base de llorar”, cuenta Pilar.
Su hija quiso pedir una segunda opinión, pero cuando llegaron a la consulta en el Materno ya no hizo falta. “Begoña Cid, la misma ginecóloga a la que mi hija me quería llevar en privado, trabaja allí. Me tocó una bendición de Dios. No tengo palabras para decir lo buena que es”, afirma.
Pilar recibió quimio, radio y braquiterapia, lo que la llevó a pasar cuatro veces en un mes por quirófano. “Yo nunca pensé que me curaba”, confiesa. Pero lo hizo, aunque su batalla no terminó ahí. En una revisión, le detectaron dos manchas en el pulmón que la hicieron volver a la quimio otra vez. “Llevé cinco sesiones. Yo luchaba contra el cáncer de cérvix y mi hija para tener un bebé. En la última sesión, supe la noticia que me dio la vida. Estaba embarazada. Eso fue una alegría inmensa”, recuerda.
La radioterapia le provocó una úlcera. “Me empecé a encontrar mal con diarreas. Me tuvieron que operar y tengo una colostomía. Me decían que era infección de orina y no era eso. Yo todo lo que comía lo echaba y cogí una anemia”, explica Pilar. “De ahí salí, me curé, pero lo pasé muy mal. Hay días que sientes que estás como muerta”, confiesa.
Para ella, el apoyo de la AECC fue clave. Allí sigue recibiendo terapia psicológica. “Bendita la hora en la que fui a pedir ayuda. Ahora, el día que voy para mí es como un día especial porque cuentas lo que no puedes contar en casa. Te guardas muchas cosas. Cuando lloras estás sola, porque piensas ‘cualquier día me voy’. Y es así”. Pilar vive con secuelas, pero disfruta de sus grandes amores, sus nietos, y ahora se dedica a pasear por la ciudad.
La psicóloga Rosa Trillo anima desde la AECC a todas las mujeres a someterse a los cribados en tiempo y forma, pues es una de las mejores formas de prevenir la enfermedad, y recuerda a las mujeres con un diagnóstico que "no están solas".
La especialista nos responde unas preguntas básicas sobre la enfermedad:
¿Cómo se puede prevenir el cáncer de cuello uterino?
Una medida importantísima es el uso del preservativo. Es cierto que este virus se puede transmitir también a través del contacto con las zonas genitales. El preservativo reduce el riesgo, pero no lo elimina. Después, desde hace unos años, la vacuna del VPH está incluida en el calendario infantil. Todas las niñas de 12 años van a tener ya esta protección. Luego están los cribados. El Sergas recomienda una citología cada tres años en mujeres desde los 26 hasta los 35 años. Entre los 35 y los 65 ya tendríamos el cribado como tal, que se realiza cada cinco años.
¿Cree que falta concienciación?
No se si es falta de concienciación, pero sí que son enfermedades muy estigmatizadas. Es muchísimo más fácil que las personas que las tienen no hablen de esto por miedo o vergüenza. Creo que es una barrera sobre la que se tiene que trabajar.
¿Se puede tener el virus y no desarrollar el cáncer?
La gran mayoría de mujeres que van a tener el virus lo van a eliminar. Luego hay un grupo con el virus y una lesión en el cuello del útero. No siempre es maligna. Como no tiene tratamiento como tal, lo que se hace es eliminarla mediante un procedimiento que se llama conización. Y sólo en un pequeño porcentaje de mujeres con la lesión, va a derivar en un cáncer de cérvix.
¿Qué señales deben llevar a una mujer debe acudir a un médico?
Por ejemplo, sangrados entre ciclo menstruales o después de relaciones sexuales o molestias. Esto no significa que vaya a tener la enfermedad, pero sí es algo a consultar. Normalmente es un virus muy silencioso y la mejor manera de detectarlo y de prevenirlo es acudiendo a las revisiones y haciéndose las citologías.
¿Cómo se afronta el diagnóstico?
Hay una parte que es muy compartida con el diagnóstico de cáncer, esa sensación de miedo, de pérdida de control, de incertidumbre... Como peculiaridad, en el cáncer de cérvix, es el estigma influye. Al final, es una enfermedad de transmisión sexual.
¿Qué es lo que no se ve?
Muchas veces los tratamientos generan esas secuelas o molestias en la zona vaginal. Quizás esa parte se ve menos, el impacto en la sexualidad femenina.
¿Qué mensaje te gustaría lanzar?
Alentar a que participen en los programas de cribados y transmitir a todas estas mujeres que tienen este diagnóstico que no están solas, que aquí estamos para acompañarlas y ayudarlas en las necesidades que tengan.