La economía sumergida de la cárcel de Teixeiro: miles de euros cambian de manos al mes

La economía sumergida de la cárcel de Teixeiro: miles de euros cambian de manos al mes
Interior de las instalaciones | Quintana

En los módulos de Teixeiro coexisten casi mil internos de diversos grados. Forman, en cierta manera, una comunidad, por mucho que se encuentren allí a la fuerza. Comen, duermen, estudian, juegan y también comercian. Justo en el límite de la visión de los guardias, los presos cierran acuerdos a diario: comida, cigarrillos, televisiones, pastillas, drogas... Toda una economía de trueque se mueve de celda en celda, de patio en patio. Los guardias estiman que puede valorarse en miles de euros al mes. 
 

“La gente se busca la vida”, lo resume un funcionario. Incluso en el ambiente restrictivo de la cárcel, donde todo está controlado, siempre hay un resquicio que el más avispado explota. Los guardias más experimentados acaban conociendo todos los trucos.  


En Teixeiro existe una economía legal, centrada en torno al economato, una pequeña tienda donde los presidiarios pueden gastar su peculio. Se trata de una  tarjeta de la que se puede gastar como máximo cien euros a la semana. Se recarga cada jueves. “Ése es el día que más jaleo hay”,  comentan los guardias. También se pueden encargar otros artículos que figuran en una revista. Por ejemplo, un televisor, pero si el interno quiere, puede comprar otra a través del demandadero, la persona encargada de los recados.

 

Por televisión

Hasta ahí la parte legal, sencilla y clara. Pero a veces, un preso quiere ganar algo alquilando su televisión a otro interno, el que está unas celdas más allá. Una cajetilla, dos a la semana. No es una práctica exenta de riesgos. “Controlamos las televisiones. Si veo que el papel pegado en ella no está tu nombre la voy a retirar”, explica un guardia. Se recorren las celdas, revisan las televisiones. Algunas las escamotean y otros se quedan sin ella. “Cada persona solo puede tener una televisión y el castigo afecta al que la tiene y al que la alquiló”.


Por supuesto, la mercancía más valiosa son las drogas. La gran mayoría de la población carcelaria son drogodependientes y, aunque en la prisión se les administra medicación, eso no quiere decir que todos se ajusten a su dosis de metadona. “Un consumidor ya tiene una tolerancia que va aumentado. Si supieras la burrada de pastillas que se meten, si te tomas tú la décima parte ...”, explican.


Pero hay una buena razón para no tomarse la medicación, aunque es difícil escaparse al control: “Si te ven trapicheando con ella, te la rebajan”. Entre los muros de Teixeiro, la droga, cualquier droga, vale tres veces más que en la calle. Eso significa que se puede comerciar con las pastillas, pero la mayor parte de las drogas provienen del exterior.  “A veces intimidan a la gente que está de permiso, para que la metan cuando vuelva. También entra vía comunicaciones, por las visitas”, reconocen. Hachís, cocaína, heroína, todo entra de la misma forma. 

 

Bizum carcelario

Y por supuesto, están las deudas. Son la fuente de muchas de las peleas entre los internos. A veces, un interno se queda corto y pide que le fíen tabaco o cualquier otra cosa. “Mi madre no llegó a tiempo para meterme el dinero, te pago la semana siguiente el doble”. El dinero en metálico está prohibido, pero siempre está el tabaco. A menudo, se paga por Bizum a través de familiares Y si no paga, le aprietan las clavijas.

 
A veces, claro, lo utilizan también contra los propios guardias. Lo fabrican a partir de cualquier cosa. Un cristal, un azulejo, o el hueso de una costilla, por eso se sirve la carne de la chuleta pero sin hueso. “En los módulos de respeto (donde están los presos de confianza) es donde menos se trapichea, pero hay trapicheo”. 

La economía sumergida de la cárcel de Teixeiro: miles de euros cambian de manos al mes

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