Cualquiera que caminara por San Andrés hace solo un par de años se sorprendería al descubrir el aspecto que tiene ahora. No solo porque la calle está totalmente renovada, sino porque muchos de los edificios que durante años habían languidecido, vacíos y ruinosos, están en proceso de rehabilitación. Uno de ellos es el 105. Se trata de un inmueble de cinco plantas y, aunque está por concluir, el portal Idealista lo valora en entre 388.000 y 586.000 euros.
La empresa Teccmo, que está ganando fama en este sector, por lo menos a nivel local, es la que se ha encargado de la rehabilitación, que esperan finalizar en julio, una vez concluido el portal. Destaca de este edificio sus pisos amplios, de 127 metros cuadrados, y que cuenta con ascensor. El interior se ha redistribuido según el gusto (y la normativa actual), pero la fachada es fiel a la original. “Se intenta hacer una réplica de lo existente en su momento, recurriendo a archivos históricos, hay que hacerlo básicamente a mano”, explica el aparejador y jefe de obra, Carlos Álvarez.
Él reconoce que los precios están disparados. “Aquí ya era caro, pero desde que hicieron San Andrés ha vuelto al alza. Pero es que en A Coruña se vende todo. Hay poca oferta, y lo que se construye se vende muy rápido, porque a la gente le gusta vivir en A Coruña y paga lo que sea”, explica. Aunque el caso de San Andrés 105 no son promotores (lo es la comunidad), en otros casos que sí lo eran, han podido comprobar la voracidad del mercado: “A nosotros nos conocen y en cuanto pones el letrero, ya viene mucha gente a preguntar. No nos hace falta ni publicitarlo”, explica y añade que, en el caso de una obra en San José, “pusimos un piso en la web y se vendió en el mismo día”.
El lado malo es lo complicado que resulta rehabilitar en el centro. “El rendimiento es totalmente distinto a una obra nueva, no hay ni espacio donde trabajar o donde instalar una grúa”, explica Álvarez, que también está realizando otra rehabilitación en la Estrecha de San Andrés. A menudo, un solo retraso se deja sentir en toda la obra, lo que se refleja en los costes. “Tengo que estar repicando los muros, los encajes, los enjarjes de las vigas... Muchas veces tienes que dejar la piedra vista, limpiarla y rejuntarla. Aquí (en San Andrés 105) el frente del bajo va en perpiaño (piedra tan ancha como el muro), y el perpiaño no lo coloca cualquiera”, advierte.
Ocurre lo mismo con las galerías: hay muy pocos carpinteros artesanales, y es un oficio que se transmite de generación en generación. “Hay muy poca gente, y quienes lo hacen están a tope”, continúa. Tanto esfuerzo merece la pena cuando la obra se concluye. Rédito económico aparte, claro. “La Estrecha de San Andrés va a quedar muy bonita. El año que viene por esas fechas pasaremos de ver tres ruinas a tres fachadas hechas: va a ser el día y la noche. La gente te lo agradece, incluso", señala el aparejador.