El relato de la Edad Media que desde hace tres décadas realiza la Feira das Marabillas es algo así como una película de Ridley Scott: el rigor histórico pasa a un segundo plano en la narrativa del espectáculo. Y el resultado final, a juzgar por el creciente éxito de participación y la fidelidad de los que acuden año tras año, es un producto que gusta. Al igual que en las películas del autor de ‘Gladiator’ o ‘Blade Runner’ la historia es la mejor excusa para impactar, y al meterse en el mundo creado a uno le cuesta fijar la mirada en un solo punto. Sin embargo, sí puede establecerse una especie de epicentro. Tanto por cuestiones de distribución de espacio como de afluencia de público ese es sin duda la plaza de Azcárraga, donde brebajes de más o menos tradición histórica conviven con kebabs, empanadas, patatas rellenas, dulces y dátiles.
Para quien zigzaguea por primera vez aflora la pregunta de qué sucede en una de las esquinas, donde a cualquier hora la cola de clientes es perenne y donde los tragos salpican más por el suelo que el hígado en cuestión. Se trata de la sidrería o puesto asturiano, un fijo desde los primeros tiempos que habitualmente no llega a la hora de cierre con existencias. “Solamente nosotros nos hemos bajado tres botellas en una hora”. La sentencia es de un grupo de tres amigos y el reloj todavía no marca la una de la tarde. Al caer el sol el ritmo es frenético y los escanciadores amateurs desperdician buena parte del producto intentando una foto para redes sociales que muchas veces desafía su propio equilibrio. “Llevo viniendo diez años y es un plan fijo para mí”, confiesa Carlos, que de madrugada postea una story de turno como diciendo: “Este año también”.
De punta a punta de Azcárraga se desfila por un reguero de vasos de sangría ya preparados para su consumo inmediato, como si de una formación etílico-castrense se tratara. En los flancos las otras colas numerosas miran a Oriente y dan la opción de durum o pan de hamburguesa: el olfato no engaña y el kebab se convierte en el otro rey de la feria. Da igual que la inflación sea notable respecto a un turco de a pie. “El kebab de cada año”, afirma Patricia en redes sociales, que el primer día cumplió como buena feligresa de la carne enrollada.
Y es que si algo ha conseguido la Feira das Marabillas es calar a través de los años y una formación y legión de fieles que con la llegada de las nuevas generaciones, lejos de decrecer, augura un futuro tan largo como los siglos que median entre el show y la realidad.