En profesiones tan humanas como la medicina o la educación, sus profesionales deben saber relacionarse con las personas ciegas y qué mejor manera de aprender que vivir un día como ellos. La ONCE celebró ayer en A Coruña unas jornadas para sensibilizar a los futuros profesionales de estas ramas sobre cómo es la vida sin visión. Desde conocer su sistema de lectoescritura hasta entender el uso de la tecnología o comprender cómo se desplazan, más de 500 personas se adentraron en el mundo de la discapacidad visual en poco menos de tres horas.
La jornada 'Derribando barreras, construyendo oportunidades' comenzó con una pequeña charla para orientar a los futuros médicos y educadores sobre qué es la discapacidad visual y sus grados. Se considera ciega a una persona que no ve más allá de un 10% y tiene menos de 10 grados de campo de visión y se diferencia entre ceguera total -cuando no ven nada en absoluto o una ligera percepción de luz- y parcial - podrían ver o distinguir, aunque con gran dificultad, algunos objetos a una distancia muy corta-.
Divididos en cuatro grupos, los futuros profesionales acudieron a cuatro talleres prácticos que abordaron el mundo de la discapacidad visual desde cuatro perspectivas básicas: leer y escribir, movilidad, educación y ocio, y tecnología.
Pese a que todo el mundo sabe lo que es el braille, pocos saben leer y escribir con este sistema. No es fácil, pero una vez tienes unas nociones básicas resulta muy mecánicoy permite tanto leer o escribir como componer música o códigos informátivos.
El braille no es un idioma ni un código secreto. Se trata de un alfabeto que emplea la lógica y parte de seis puntos en relieve -como la cara de un dado-, numerados en vertical del uno al seis. La presencia o ausencia de esos puntos dertemina de qué letra, número o símbolo especial se trate. Y como estas líneas, distingue de mayúsculas, minúsculas, tildes o espacios.
Los alumnos aprendieron en el taller a descifrar una frase y a escribir su nombre en la conocida como máquina Perkins. Esta se parece a una máquina de escribir, con la particularidad de que tiene los seis botones del alfabeto, uno de espacio, y otros para moverse a través del papel.
Los participantes de las jornadas también pudieron ver y tocar material educativo en relieve. Desde un muñeco con los seis puntos del braille hasta libros o figuras en 3D, conocieron todo lo que se utiliza tanto en el colegio como en casa para aprender a sumar o leer un mapa, por ejemplo.
También pudieron ver material de vida diaria, como elementos con descripción por voz como un reloj o una báscula, o para entretenerse, como los balones que se utilizan en el goalball, el fútbol para ciegos.
Ordenadores, teléfonos móviles o tables adaptados con magnificadores y lectores de pantalla, los avances tecnológicos han hecho que las personas con discapacidad visual puedan acceder a toda la información como cualquier otra persona.
La mayoría de dispositivos ya tienen este tipo de accesibilidad incluida, pero hay aparatos que se pueden conectar para permitir leer o escribir en braille. En ellos, además de los seis puntos hay dos más, pues las combinaciones se quedaban cortas con el paso de los años.
El último de los talleres fue el más práctico, ya que permitió a los futuros médicos y educadores experimentar lo que es no ver. Primero mediante una gafas que simulaban la visión tubular o la turbia (como si estuviese empeñado un cristal) y después con un antifaz que impedía ver en su totalidad.
Acompañados de sus compañeros, recorrieron el pasillo, unos como guías y otros como ciegos, para experimentar en primera persona cómo se les debe acompañar.
Estas jornadas, que comenzaron el miércoles y terminarán este viernes, han tenido muy buena acogida con más de 500 personas inscritas, además de voluntarios y colaboradores en las actividades de la ONCE.