El destino del viaje era París, donde entre muchos quehaceres tendría que negociar tratados comerciales, pero una vía de agua en su buque, el ‘Sensible’, hizo que a primeros de diciembre de 1779, John Adams, quien en 1797 sucedería a George Washington como segundo presidente de los Estados Unidos arribaría a tierras gallegas. Entre sus acompañantes estaba un joven John Quincy Adams, su hijo y también futuro dirigente del país (sería el sexto presidente, entre 1825 y 1829).
Fue un 7 de diciembre cuando los americanos vieron tierras gallegas por primera vez, antes de recalar en el puerto de Ferrol un día más tarde. En la ciudad departamental tuvieron que pasar una semana, antes de llegar a A Coruña, debido a las inclemencias meteorológicas. El joven Quincy Adams, que contaba doce años durante el viaje, hacía uso de un pequeño diario para relatar sus experiencias, tal y como hacía su padre. El pequeño no parecía mostrar demasiado entusiasmo al llegar a Ferrol, “un puerto pequeño”, pero “con casas bien construidas”, mientras que su padre se refería al puerto ferrolano, en una carta a Abigail Adams, como “magnífico” y “fortificado por la naturaleza”.
La imposibilidad de viajar a A Coruña hizo que pasasen bastante tiempo viendo ópera, tanto en italiano como en lo que el joven aseguraba ser portugués. John Adams también aprovechó su breve estancia ferrolana para actualizar del estado del viaje mediante cartas a personalidades como Benjamin Franklin o Eldridge Gerry. En su diario, el futuro segundo presidente de los EEUU aseguraba que en Ferrol “no había nada que ver”, salvo arsenales y un par de iglesias que llamaron su atención.
Pero sí hubo algo que le llamó poderosamente la atención: el chocolate. “Desayunamos chocolate español, que responde a la fama que ha adquirido mundialmente”, apuntaba Adams en su diario en su segundo día en Ferrol. Le escribiría también a Abigail Adams hablando de que el chocolate era el “mejor que he visto”. Repetiría estos halagos tras su llegada a A Coruña el 15 de diciembre de 1779, ya que en una de sus entradas del diario el 22 de diciembre explicaba cuál era la “moda española” al ver a las damas beber chocolate”. De este modo, le relataba como primero les servían “vasos de cristal limpio y transparente”, llenos de agua, y “un plato con pasteles”, que comían mojando en el agua. Tras esto, les traían las “tazas de chocolate caliente”, para posteriormente culminar el festín con “pasteles, pan y mantequilla”.
Tras su llegada a A Coruña, apuntaba en su diario que los habían recibido con un trato de “mejores amigos”. Una de esas personas que lo recibieron y trataron durante su estancia fue el Capitán General de Galicia, Pedro Martín Cermeño, a quien John Adams se refiere como ‘Sermeño’, por desconocimiento del idioma.
“La ciudad de ‘Coronna’ me ha parecido mejor construida y más bonita que Ferrol”, escribía John Quincy Adams nada más llegar. Días después, mostraría su encanto con el oleaje de la playa.
Se alojarían en lo que transcribían como ‘Hotel du grand Amiral’ y sus hospedadores serían franceses, motivo por el que, cuando conocieron y se asombraron ante la Torre de Hércules, se refirieran a ella como ‘Tour de Fer’.
La gastronomía seguía llamando la atención del futuro segundo presidente de los Estados Unidos. Esta vez era el cerdo, “el más excelente y delicioso”, escribiría en el diario, al tiempo que se interesaba en su crianza en el resto del país.
Adams estaría interesado en conocer los procesos judiciales, motivo por el que realizaría visitas de este orden durante la estancia coruñesa, que finalizaría un día después de Navidad, festividad que sorprendió al pequeño Quincy Adams, por lo que consideraba poca importancia en su celebración en la ciudad.
Emprenderían su camino el día 26 y harían un alto en Betanzos, donde ambos destacaron la importancia del archivo, así como del convento. Durante su periplo por Ferrol y A Coruña, el futuro dirigente también se vio seducido por el idioma y relata la adquisición de diccionarios.