Cada persona tiene una forma de sorprenderse, de reaccionar a lo imposible, una emoción difícil de conseguir en un mundo en el que parece que todo está inventado. Con esta premisa, el ilusionista Jorge Blass llega al teatro Colón —este sábado a las 20.00 horas y el domingo a las 18.00— para hacer ‘Flipar’ al público con trucos que nunca antes de habían visto.
Ver la reacción de la gente es una de las cosas que más le emociona de la magia y con ‘Flipar’ deja claras sus intenciones.
La magia pretende hacernos flipar, hacernos volver a la infancia y en este espectáculo creo que lo hemos conseguido. Cada persona se asombra de una manera distinta. Unos se asustan, otros abren la boca, se ponen a llorar, otros se enfadan porque no pillan el truco. Hay un montón de formas de flipar y todas son maravillosas.
¿Cuál es la reacción que más le ha sorprendido a lo largo de su trayectoria profesional?
En India tuve la suerte de actuar y el público se quedó en silencio. Yo pensé que no les había gustado, luego me contaron que allí el silencio es un síntoma de respeto y me pareció muy curioso. También tuve suerte de actuar con la tribu Masai en Kenia. No sabían muy bien lo que era la magia y se asustaron. Fue como un poco como si fuera un brujo. Me preguntaron cuantos leones había matado (ríe). En España somos más tranquilos, pero si algo nos gusta de verdad lo aplaudimos y lo premiamos. Para mi eso tiene más valor que otro público más fácil.
Este es un espectáculo para todos los públicos, ¿cree que hay edad para la magia?
Yo creo que no. La magia sorprende a todos. El espectáculo que hacemos lo pueden venir a ver desde 4 o 5 años hasta 120. Los espectadores que tenemos son muy diversos y cada uno lo ve de una forma distinta. La magia es un arte que es el único que produce que un niño mire a su padre y le diga ‘¿cómo ha hecho eso?’ y le responda ‘la verdad es que no tengo ni idea’.
Busca devolver la ilusión que todo adulto tenía de niño. ¿Qué le transmite a usted esa emoción?
La verdad es que con las cosas más sencillas. Me gusta mucho viajar, comer, el vino, correr... A mi hijo, por ejemplo, no le gusta la magia. Mi karma es que mi hijo sea futbolista (ríe).
‘Flipar’ tiene mucho trabajo, con más de dos años de preparación e, incluso, una lesión de por medio. ¿Ha sido difícil?
Si, de hecho empezamos a ensayarlo y yo estaba lesionado con el fémur roto. Fue tremendo, me costó mucho empezar a ensayar de verdad. Este es un show que tiene mucha técnica, una escenografía, unas proyecciones audiovisuales y nueva magia que nunca antes se había hecho o visto. Esto lo convierte en algo difícil. Ahora empezamos la gira y va a ser un reto. Cada teatro y cada montaje es distinto. La suerte es que en el Colón hemos trabajado mucho y hay un equipazo técnico allí con el que vamos a poder montarlo genial. Son dos días nada más y la verdad es que está casi todo vendido. Estamos muy felices con la acogida que ha tenido antes de llegar.
Usted ha abrazado la tecnología dentro de su magia. ¿Qué papel juega en ‘Flipar’?
La tecnología nos ayuda mucho porque es verdad que antes era impensable que pudiéramos tener cámaras y que el espectador de la última butaca pudiera verlo casi como si estuviera a diez centímetros. En este show hay mucha tecnología que antes en la magia no usábamos. Eso va a hacer que la magia se magnifique y se vea mejor. La tecnología también está en la parte interna, en la que no podemos contar. Hay juegos que antes no podíamos hacer porque no existía esa tecnología.
Siendo un gran referente, ¿siente la presión de no defraudar?
La verdad es que no. Sí responsabilidad, pero la misma que te da el público, que ha dedicado su día a ir a verte y tiene que ver algo que esté muy bien, que sea muy digno y que merezca pena el viaje. Esa es la presión más grande, hacer algo que esté a la altura y que valga la pena, que se vayan del teatro distintos a como entraron y que la emoción que han sentido sea de alguna manera un poco transformadora, ya sea por el asombro, por que algo les ha tocado o emocionado. En este show hay mucha magia interactiva, el público desde la butaca puede hacer trucos de magia y también eso aporta a esta evolución de la magia.
Admira la magia de Juan Tamariz o David Copperfield, pero deja claro que su estilo es diferente. ¿Cómo ha evolucionado?
La magia es un arte milenario. Ahora mismo vivimos una magia distinta a los que había en los 90 o a principios de los años 2000. De alguna manera ‘Flipar’ es un poco una consecuencia de eso, es mi visión de cómo es la magia en el siglo XXI, una magia más interactiva que sucede en tus propias manos cuando el público antes solo observaba. ‘Flipar’ empieza con cinco minutos donde hay 27 efectos de magia sin parar. Después de esos cinco minutos yo quiero que el espectador piense ‘ha merecido la pena venir, ya solo con esto’ (ríe). Es una lección cineasta, Truffaut decía ‘empieza la peli con un terremoto y de ahí para arriba’. A mi me gusta pensar en el público que tengo delante y no es el público que tenía en los 90, cuando empezaba a hacer mis primeros trucos, ni en los 2000 que fue cuando hice el primer spot de televisión que me dio a conocer. El público ahora es muy distinto, requiere muchos más efectos, más inmediatos, más rápidos y eso también se puede vislumbrar también en el show. El dinamismo de la magia.
En un mundo en el que todo está inventado, no será fácil crear trucos nunca vistos.
Lo más importante es saber a quien tienes delante. Lo peor que puede pasar es ver a un espectador mirando el reloj o el móvil. Con 'Flipar' estoy contento por la propia magia. Hay efectos originales que son muy novedosos. Hacemos, por ejemplo, invisible a un espectador del público. Es una nueva magia muy sorprendente. Hay efectos de gran formato, apariciones, números de teletransportación... Todos los juegos tienen de alguna manera algo original mío. Al final no hay otro mago del mundo que pueda hacerlo, lo cual es muy gratificante.
¿Tiene límites Jorge Blass?
Los límites de los huesos, por el fémur (ríe). Lo que no tiene límites es la ilusión. No solo yo, si no de todo el equipo. Viajamos nueve personas en este show y dos camiones llenos de material. Cerca de 5.000 kilos de material. La verdad es que mover eso no es fácil. Al final, desde el que pone las luces, hasta los tramoyistas y los técnicos, todos los que vienen conmigo son apasionados de lo que hacen. Para mi eso es lo que no tiene límites y puedo hacerlo gracias a este equipo y a lo que hemos creado.