La soledad tiene múltiples caras y destinos y Juan Gómez Bárcena ha dado un salto hacia el ensayo para abordarlas en ‘Mapa de soledades’ (Seix Barral). Parte de un viaje personal a Misiones, en Argentina, para seguir el rastro del escritor uruguayo Horacio Quiroga y de su mujer y de cómo ambos vivieron soledades completamente diferentes. De ahí, son muchas las personalidades en las que se apoya para llegar a su fin. Ayer visitó A Coruña para presentar esta obra.
De algún modo, esta obra da pie a diferenciar entre soledades negativas y positivas.
Efectivamente. Antes teníamos una palabra para diferenciarlas. Tendíamos a usar la palabra soledad para hablar de la soledad en su sentido negativo y se usaba la palabra solitud para hablar de una soledad más placentera o, como mínimo, no negativa. Hoy en día ya hemos perdido esa distinción, ya casi nadie emplea la palabra solitud. Intento desgranar la soledad elegida frente a la no elegida, la soledad que nos llena, frente a la que nos vacía. También, incluso dentro de las soledades negativas, diferentes formas de padecerlas. No es lo mismo la soledad de quien no tiene vínculos sociales, que la soledad de quien los tiene pero son defectuosos, la soledad de quien está rodeado de gente pero no se siente visto... hay muchas formas de percibirla y vivirla.
Es la primera vez que afronta una obra en primera persona.
Es verdad. Fue un desafío para mí. Creo que se hacía necesario, porque sí, se trata de un ensayo, un ensayo muy narrativo, que se permite muchas libertades y muchas licencias, un ensayo que tiene algo de ficción o de novela. Aunque intento ser muy riguroso en los ejemplos que cito y en la manera de analizarlos, también es un ensayo caprichoso, en el sentido de que tomo unas referencias que tengo con mis propias lecturas y experiencias. Me parecía importante mantenerme en la primera persona, dejar claro que lo que estoy exponiendo al lector, por trabajado que esté y por documentado que esté, no deja de ser una serie de opiniones personales a partir de mis lecturas.
Menciona la documentación, ¿ha sido complicado mantener el rigor a lo largo del libro haciendo la obra fluir sin caer en el academicismo?
Creo que es lo más difícil de escribir un libro así, mantener un tono que permita cierta fluidez, cierta narratividad, cierto carácter magnético para el lector y, al mismo tiempo, mantener un rigor, porque es relativamente fácil abandonarlo y mantenerse en un tono más bien narrativo, o al revés, en aras de ese rigor, crear un estilo académico más frío, más plúmbeo, que, de alguna manera, permite un análisis de la soledad, pero poco más, no nos implica. Es lo que más me costó del libro. Con algunas estrategias, como esos personajes que aparecen y desaparecen, que crean una costura en el libro, me fue posible proporcionar un hilo conductor para el lector, que tuviera algo de narrativo, pero que fuera, en último término, riguroso y proporcione no sólo placer, sino también conocimiento.