Juan José Rodríguez Cabanas (Ginebra, 1974) asume el reto de iniciar una nueva etapa al frente de la Asociación de Vecinos y Comerciantes Paternidad Sagrada Familia, después de más de dos décadas con la sociedad Noemí Ferreiro-Conrado Freire. Acude al llamamiento de socorro de la ya exdirigente, quien aseguraba que con su marcha se apagaría la llama de una de las agrupaciones más longevas. Responsable de varios locales de hostelería y un comercio en la zona llega, junto a ocho personas más, con las ideas muy claras y la intención de acabar con los tópicos respecto a ‘La Sagrada’.
¿Por qué deciden dar un paso al frente y no dejar caer la asociación?
Habíamos hecho una función diferente a la de la asociación, pero nos dimos cuenta que Noemí quería abandonar y dijimos: “Es la nuestra”. Siempre tuvimos muy buen rollo con ella y Conrado, pero estaban los dos solos los pobres. Podemos mirar por esto, hay que cambiar el chip de “si eres de la Sagrada eres un bandido”.
Suena a una labor difícil...
Es un barrio muy poblado, con muchas cosas raras, y nuestro castigo siempre ha sido la droga. Vamos con muchas ganas para pedir más limpieza, control e incentivar el uso de la pista.
¿Cómo se presentarían a los vecinos?
Todo el mundo me conoce por ser dueño de la cafetería Mundial 82, que lleva 40 años en la zona. No creo que no haya nadie que no sepa quién soy: un chaval de 48 años, muy impulsivo, que intenta hacer las cosas bien y ser cordial con todos. Lo que más voy a hacer será mirar por este barrio obrero que quiere salir de tópicos.
Para que le vayan conociendo en María Pita, ¿qué primer mensaje mandaría?
Lo primero que pediría es limpieza, porque es un problema generalizado. Vamos a pegar muy duro con eso, es una carencia total. Pasa una máquina de agua cada 25 de diciembre. La concesionaria deja mucho que desear, vivimos en la insalubridad y vamos a defender ese punto a muerte. También queremos la figura del policía de barrio, que se aprobó y no apareció jamás. Es algo que debe existir sí o sí en barrios tan poblados.
A usted le toca a nivel personal en ambos sentidos, ¿cuál es la situación de la hostelería y el comercio en la zona?
La salud del comercio es pésima. Cada vez quedan más locales vacíos. La gente se cansó de pelear y luchar, y se fue para donde las cosas vienen solas. No se puede pensar que es llegar, montar un negocio y tener dinero en la caja. Estar dentro de los barrios implica esa lucha. La hostelería tiene que hacer muchos eventos para poder atraer a la gente, pero no quiere decir que gocemos de salud. El último comunicado de las terrazas en los aparcamientos es un palo muy grande, porque nos daban un plus para poder pelear.
Decía su antecesora que la gente joven no se involucra...
Totalmente, no están con los sentimientos que tuvimos los que vivimos los 80, los que queríamos proteger el barrio. Mi padre siempre quiso tener su bar limpio y esa guerra los chavales no la quieren. La queremos un poco los que vivimos esa época.
¿Cuál es el perfil de su directiva?
Somos de una quinta entre los 40 y los 50 años, todos del barrio. Nuestros padres padecieron el barrio en sus peores momentos e intentamos protegerlo un poco más.
¿Qué papel deben jugar el centro social y el Imperátor?
El Imperátor es muy importante y el centro social son 5.000 cuadrados de asociación en el centro de la ciudad. Queremos darle una vuelta más: tenemos una pista verde que regenta el club y que haya campeonatos de niño, que se nos conozca por el centro, el Imperátor, la biblioteca. l