La justicia sigue saldando cuentas con Penamoa once años después

La justicia sigue saldando cuentas con Penamoa once años después
La vigilancia policial fue la rutina en Penamoa durante toda su historia

Hace justo once años que se derribó la última chabola de Penamoa, el lugar que era conocido como el supermercado de las drogas del noroeste. En sus mejores tiempos, docenas de personas subían cada día hasta allí para comprar droga en alguna de las infraviviendas que se levantaban donde ahora solo hay campo abierto. Pero la justicia es más lenta que la hierba y en la Audiencia Provincial todavía se sigue juzgando los casos de narcotráfico que se dieron allí.  


Para uno de ellos, que se celebrará esta semana, el fiscal ha pedido una pena de prisión de cuatro años y nueve meses por  traficar a pequeña escala, una de tantos incidentes que permiten hacerse una idea de cómo era la rutina de aquel lugar, en el que el tráfico de drogas estaba normalizado y se había convertido en un negocio familiar. Era abril de 2004: las autoridades, en este caso la Guardia Civil de Betanzos, seguían la pista a una supuesta traficante, a raíz de una denuncia presentada en Cambre.
 

Tras el correspondiente pinchazo telefónico esta pista, por supuesto, les llevó hasta Penamoa, donde la sospechosa se dedicaba a vender heroína, cocaína y hachís, en una negocio en el que también participaban su hija y su yerno (que ya han sido condenados). En febrero de 2005 el juzgado de instrucción aprobó el auto de registro de la chabola donde vivía la sospechosa, pero los agentes solo descubrieron algo más de 5,5 gramos de resina de hachís. Apenas 9,93 euros en el mercado, en aquellos tiempos.  
 

El final bajo la pala 

La acusada ya había sido condenada por tráfico de drogas en dos ocasiones: en 1997 y en 2021, con dos penas de prisión idénticas de cuatro años y seis meses de prisión y más de veinte millones de pesetas de multa. La reincidencia era tan alta que nadie esperaba que la simple acción policial acabara con el tráfico de drogas. Fue la pala excavadora la que acabó haciendo el trabajo. 
 

Pero, en realidad, el narcotráfico sigue más vivo que nunca por toda la ciudad, repartido pro docenas de casas esparcidas por toda la ciudad. En cuanto al realojo en sí,  el objetivo era que las familias de chabolistas se integraran en la sociedad coruñesa pero, a día de hoy, de las poco más de 30 familias realojadas (de un total de 121) casi la totalidad permanece en los mismos pisos de la entonces Caixa Galicia  que les buscó el Ayuntamiento a través de Emvsa y aún dependen de los subsidios. Aun así, la Concejalía de Bienestar considera la experiencia un éxito, porque eliminó el poblado. 

La justicia sigue saldando cuentas con Penamoa once años después

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