Las luchas de los nobles por el poder y el origen de los Capitanes Generales

Las luchas de los nobles por el poder y el origen de los Capitanes Generales
Vista de la residencia del Capitán General, murallas y playa del Parrote en el año 1960

La unidad de España propiciada por los Reyes Católicos en el siglo XV, pasa por afianzar su poder real en todos los dominios. El Reino de Galicia vive unos sucesos que a la corte le urge cortar de raíz. Los nobles gallegos y seglares, tienen bajo su arbitraje al campesino y gobiernan el reino a su antojo, dejando a sus moradores entre hambre y miseria, con pueblos, villas y ciudades oprimidas.


Para atajar estos males, envían en 1475 a Enrique Enríquez, Conde de Alba de Aliste, como primer gobernador general, a quien le sigue el conde de Ribadeo en 1477. En agosto de 1480, llega a Galicia un administrador real para imponer justicia y orden, perseguir a los rebeldes y atajar los abusos de los nobles y clérigos. Trae autoridad suficiente para formar milicias y mando sobre las mismas. Su llegada hace que se derriben algunas fortalezas y destierra una serie de nobles. Aquel cargo requería un gobernador eficaz, el problema venía de antiguo. Toma posesión, según cédula de los Reyes Católicos, como gobernador.

 

 

Comarcas gallegas


Las comarcas de Galicia estaban repletas de intrigas, auspiciadas por los nobles, los cuales aparte de dedicarse a la caza mayor en sus feudos, disfrutaban quitándose mutuamente tierras, cosechas y rentas, con el perjuicio que entre ellos causaban sobre el agobiado campesino. En muchos casos, pagaba sus rentas a varios amos en un corto periodo de tiempo, según fuese el señor de la tierra.


Entre aquellos nobles cabe citar al conde de Lemos, el señor de Andrade, Pedro de Sotomayor (“don Pedro Madruga”), Lope Sánchez de Moscoso, El señor de Altamira. Los Ulloa de la Casa de Monterrey y el mariscal Pedro Pardo de Cela, los cuales mandan sobre el Reino de Galicia como quien gobierna una extensa propiedad territorial. Por sus atropellos, los campesinos gallegos se levantan contra la arbitrariedad de sus señores y amos, desatándose entonces la “Revuelta de las Hermandades” la cual duró de 1467 a 1470, siendo ésta sofocada por la fuerza de las armas.


Aquellas intrigas de la nobleza prosiguieron sin tener fin ni ansia por evitarlas, de modo que en 1474, la nobleza gallega estaba de nuevo dividida peleando en esta ocasión contra el arzobispo Alonso de Fonseca, prelado compostelano, por la posesión de unas tierras que eran propiedad de la curia. En tales circunstancias reciben de la corte la noticia de que Isabel había sido proclamada Reina de Castilla, lo que irrita más a la nobleza gallega, la cual prefería a Juana “la Beltraneja”. Mientras, el arzobispo de Santiago y el obispo de Tuy se decantan por Isabel.


En 1475, al casarse doña Juana con Alfonso V de Portugal, Pedro de Sotomayor manda que ambos sean proclamados como reyes del Reino de Galicia, Portugal, Castilla y León, cuyo acto se efectúa en diversos lugares. Mientras el de Sotomayor levanta un ejército formado con gentes tanto de este reino, como del vecino de Portugal.


Entre 1475-1479 la Guerra de la Sucesión desatada en Castilla se refleja en Galicia con las luchas entre los diferentes nobles enfrentados en la defensa por ambas causas. Siendo “Pedro Madruga” el que con más ahínco pelea contra los enviados de la reina Isabel en Galicia. Al surgir la Paz de Alcántara en septiembre de 1479, mediante cuyo tratado se pone fin a la confrontación, los Reyes Católicos afianzan su poder, al tiempo que aseguran la neutralidad de Portugal, deseosa Isabel de poner orden en este reino, procede al nombramiento del gobernador y capitán general Fernando de Acuña y del licenciado García López de Chinchilla, oidor de la Audiencia.


La primera medida de Acuña cuando llega a Compostela, exigir a Alonso de Fonseca que le entregue la Catedral fortificada. Éste hace caso omiso y se encierra en su interior. Acuña demanda el auxilio de los condes de Galicia partidarios de Isabel, quienes acuden a la llamada y ponen sitio a la fortaleza, la firmeza de Acuña hace doblegar a Fonseca. Haciendo numerosas expediciones para someter a los nobles rebeldes a la causa de Isabel, contando con una milicia de 300 lanzas, reúne en Santiago a los representantes de las ciudades, villas y lugares del reino, concretando con los nobles el derribo de más de 40 fortalezas.


Acuña toma otras decisiones, como el establecer unidades de peso y medida, hace respetar a los nobles la jurisdicción eclesiástica, que la nobleza contribuya con hombres y medios a sostener la Santa Hermandad de Galicia, y que los rebeldes al poder real abandonen el reino de Galicia, para ayudar en la conquista de Granada. Durante su mandato logra terminar con el bandolerismo y parar los abusos a los que estaban sometidos los campesinos. Llega a tener dos importantes pleitos con el conde de Lemos y con el mariscal Pardo de Cela, con el primero, Acuña estaba contra el poder feudal territorial de las fortalezas dispersas de un mismo señor, con dominio sobre la población y producción.

 

 

Propiedades confiscadas


Al mismo tiempo, procede confiscar torres, propiedades y rentas del obispo de Lugo, que se ve obligado a esconderse en dicha ciudad, y solicita ayuda a su hermano el conde de Lemos. Éste acompañado de su yerno el mariscal Pardo de Cela, entran en Lugo con sus fuerzas, liberan al obispo y expulsan a los de Acuña. Además de enviar una propuesta a los monarcas. El rey Fernando toma la decisión de ponerse al mando de un ejército castellano para acabar con aquella insurrección. Esta fuerza no llega a penetrar en Galicia, al fallecer el conde de Lemos y surgir grandes discordias familiares por el reparto de la herencia.


Más rebelde será el mariscal Pardo de Cela, que no acata ninguna disposición desde la subida al trono de Isabel, enfrentado con el poder real y su representante Fernando de Acuña, quien le condena a perder sus propiedades.


Pardo de Cela organiza sus mesnadas, arma a sus campesinos y se establece en sus fortalezas de la comarca de Mondoñedo. Esta resistencia dura tres años, siendo finalmente tomada por las fuerzas del gobernador y ejecutado ante el pueblo en la plaza mayor de Mondoñedo en diciembre de 1483. 

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