Martín Ferreiro, el directivo del Dépor que fue víctima de los nazis en Mauthausen

Ferreiro tuvo una vida de película que lo llevó de María Pita a Austria, pasando por la línea Maginot
Martín Ferreiro, el directivo del Dépor que fue víctima de los nazis en Mauthausen
Los miembros del Consistorio, entre los que estaban Santiago Casares Quiroga y Alfredo Suárez Ferrín. Martín es el primero por la derecha de la fila de arriba

Cuando se habla de las barbaridades de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo casi todos tenemos una imagen terrible instalada en la cabeza: los campos de concentración. El cine de Hollywood, infinidad de novelas y documentales o, por supuesto, los profesores de Historia de los institutos han destinado su labor pedagógica a aleccionar al resto del mundo sobre uno de los períodos más oscuros de la humanidad. Ni siquiera “el horror, el horror…” sobre el que balbuceaba el coronel Kurtz, mediante la pluma de Joseph Conrad, acierta a describir los actos cometidos por el régimen nazi en Europa. 
 

Un horror, no obstante, que también afectó a más de 5.000 ciudadanos de España, entre ellos unos 800 gallegos, y que llegó a A Coruña. Al menos diecisiete habitantes de la ciudad fueron deportados al campo de Mauthausen, entre ellos Martín Ferreiro Álvarez, concejal de Obras y teniente de alcalde en el Consistorio coruñés durante la Segunda República, asesinado por el régimen nazi en el subcampo de Gusen, y del que podemos conocer mejor su historia gracias a las cartas que tanto él como alguno de sus compañeros enviaron a su familia durante diversos momentos de sus últimos años.


“Martín pasó mucho tiempo conmigo; siempre estuvimos juntos hasta el final. Yo le quería casi como si fuera mi padre; nada pude hacer para evitar el desenlace que para mí fue muy doloroso, y solo pido que su mujer y sus hijos tengan resignación y calma, convencidos de que su marido no hizo daño nunca a nadie, todo lo contrario: ¡qué bueno era!; no tenía nunca una mala palabra. Murió como los hombres: por una idea”. Con estas desgarradoras palabras informaba de su fallecimiento uno de sus compañeros en Mauthausen, Adolfo Bregua, a la familia de Ferreiro, desde París, en 1946. Una misiva con la que cerraba un círculo de más cinco años en los que sus allegados no supieron qué fue de él, tras exiliarse en la Guerra Civil y un posterior periplo por diversos lugares de España, Portugal y Francia. 

 

Su nieto, José Luis Alamán Ferreiro, conserva en la actualidad estas cartas y otros documentos que contribuyen a reconstruir la historia de su abuelo. Alamán lleva muchos años, desde que contactó con él la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, hablando de la historia de Ferreiro; y lo hace no solo con una inusitada lucidez y pasión, sino también con el férreo convencimiento de que legar este conocimiento a los demás puede cambiar algo.

 

Una biografía peculiar


Martín Ferreiro nació en 1892 en Quireza, el actual municipio de Cercedo-Cotobade. Su padre, un maestro cantero, le enseñó desde pequeño su oficio, y tanto él como su hermano se trasladaron en 1918 a A Coruña, donde comenzaría a trabajar como capataz de obra. En la urbe herculina se casa con su mujer, Palmira Ramil, con la que tuvo cinco hijos: José, Eva, Martín, Blanca, y la más pequeña, Olga, madre de Alamán. Algo que destaca mucho de su vida, que según Alamán es “muy peliculera”, es que fue un hombre de gustos y actos eclécticos, participando en sucesos y eventos de muy distinta índole, y que fue mucho más allá de ceñirse a su oficio. Una persona renacentista y de ideas progresistas que entró pronto en política, pero que a su vez fue socio de instituciones como el Centro de Estudios Sociales Germinal o la Liga de los Derechos del Hombre.


Así, Alamán comenta que hay historias curiosas sobre su abuelo, como el hecho de que poseía un restaurante, el Campo de Bolonia, cuya concesión obtuvo, según la tradición familiar, en compensación por construir una de las gradas del Parque de Riazor, el anterior campo del Deportivo, equipo de fútbol del que fue directivo, en calidad de vocal, durante la temporada 1925-1926. Asimismo, dice que apostaba con los trabajadores que paraban como él en el Café Oriental del ya derribado Hotel Palace de Los Cantones sobre cuándo caería una casa vanguardista de madera que él mismo había edificado en la esquina de la calle Real con Rúa Nueva, y que todavía sigue en pie. La técnica en concreto habría sido la de pilotes de madera sobre el fango, como el edificio del Banco Pastor.

 

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Ferreiro, durante una visita de Franco a la ciudad a finales de 1932. Está justo detrás de Franco, a la derecha


No obstante, lo que sí que está probado fue su papel a la hora de proyectar A Coruña hacia su futuro. Elegido como concejal en las listas del Partido Republicano Radical Socialista en los comicios de 1931, Ferreiro contribuyó durante su labor en el Gobierno local a promover proyectos a lo largo de toda la ciudad. Impulsó la construcción del parque de Santa Margarita y la urbanización de barrios como Cuatro Caminos, el Ensanche o la calle de la Torre. También levantó viviendas en zonas como A Pasaxe, inició los trámites para que los cementerios administrados por la Iglesia pasaran a ser públicos y propuso la idea, pionera a nivel estatal, de que los trabajadores del Ayuntamiento hicieran una oposición para ser funcionarios, entre otras muchas medidas.

 

Obligado al exilio


Ferreiro expresó en repetidas ocasiones su parecer sobre los temas de actualidad, como cuando se manifestó a favor de indultar a los obreros tras las revueltas de los sucesos de Asturias de 1934, o cuando criticó los nombramientos a dedo del gobierno central radical-cedista en A Coruña, que llegó incluso a deponer al alcalde Alfredo Suárez Ferrín (ejecutado en 1936 en el Campo da Rata). Una vez iniciado el golpe de Estado franquista, su espíritu combativo le llevó a confiscar mil cartuchos de dinamita que se usaban en las obras del Ayuntamiento, que entregaría al bando republicano. 

 

Unos hechos por los que las autoridades del bando nacional le acusaron de rebeldía y traición, iniciando un proceso de huida que comenzaría en su vivienda de A Pasaxe y que lo llevaría de vuelta hasta su Quireza natal, donde buscó refugio en casa de su hermana Divina. Logró pasar a Portugal a finales de octubre de 1936. Según sus conocidos, esa fue la única vez que lo vieron llorar, cuando cruzó la frontera ataviado con una camiseta azul, como las que utilizaban los falangistas, para pasar desapercibido. De allí viajaría a Francia, donde participó con otros extranjeros en la construcción de la línea Maginot aliada, y desde donde a su vez, pasado un tiempo, regresó puntualmente a la zona republicana española, a ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona.

 

Apresado por los nazis


Los nazis le apresaron finalmente en el año 1940 en Francia, y lo enviaron al campo de prisioneros de Estrasburgo. Desde allí lo subieron a un tren con destino a Mauthausen, en Austria, junto a más de 800 compatriotas presos. A este campo fueron a parar los casi 5.000 ciudadanos españoles que el régimen de Franco consideró como apátridas. En ese tren viajaron dos días hacinados, unos encima de otros, sin poder comer, beber o dormir. Alamán cree que allí habría coincidido con Francisco Boix, el fotógrafo catalán que jugaría un papel clave durante los juicios de Nuremberg al haber documentado con sus imágenes los horrores en los campos. En 1941 fue trasladado al subcampo adyacente de Gusen, al que ya llegó con la salud muy deteriorada, y donde falleció. Sus últimas palabras fueron: “Francisco, no volveré a ver a mi Coruña”. Así lo sabemos por el testimonio de Francisco Pena, hijo de otro deportado coruñés, Francisco Pena Romero, en cuyos brazos murió nuestro protagonista.

 

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La placa que se colocó en honor de Ferreiro en su parroquia, Quireza, en Cercedo-Cotobade


Desde Francia, antes de ser apresado, pudo enviar cartas a su familia. En ellas escribe firmando como Divina, una profesora, en un probable homenaje a su hermana, Divina Ferreiro. En estas misivas felicita a Eva en su cumpleaños por cumplir sus dieciséis “abriles”. En otra anima a Pepe, que acababa de aprobar el Bachillerato, a que vaya a la universidad. Antes, mientras estaba escondido en Quireza, escribe un poema en el que describe cómo los guardias trataron de engañar a uno de sus hijos dándole dos duros para que le revelaran el paradero de su padre: “Meter a un rapaz en estes apuros, para facerlle a seu pai delatar, dícideme agora que xente será, quen pretende engañar a un neno pra ao mellor ao seu pai matar“. 


Amante de la obra de Rosalía de Castro y hombre letrado, Ferreiro tenía en su casa coruñesa de A Pasaxe  una gran biblioteca que quemó el régimen en cuanto se exilió, según Alamán. Tampoco sobrevivió una libreta azul que portó consigo durante el exilio, en la que habría escrito otros poemas y textos que compartiría con sus allegados, pero que nunca se pudo encontrar. No es la única historia de película que cuenta la tradición familiar sobre posibles objetos perdidos de Ferreiro. Años después de su muerte, otro gallego de Mauthausen buscó a su mujer y le contó que Martín, antes de ser asesinado, enterró bajó un árbol, a las afueras del campo, un pequeño baúl con un tesoro, como en ‘Cadena Perpetua’, cuyo contenido es incierto, y le dijo que él sabría distinguir el lugar si iban hasta allí a buscarlo. No obstante, ella rechazó la oferta porque no quería revivir el trauma pasado.

 

Palabras de su nieto


Alamán afirma sentirse “muy orgulloso” de ser el nieto de Ferreiro. No obstante, puntualiza que le gusta hablar de su abuelo no como un caso excepcional, sino como “uno más”. “Él fue uno más de las miles de personas que estuvieron allí”, expresa, haciendo hincapié en recordar a todas las víctimas por igual. A veces, dice, siente miedo ante un panorama internacional que no concede argumentos para la fe. No obstante, si se siente perdido, comenta que se acuerda de lo que leyó al comenzar a interesarse por este tema. Así, habla emocionado de las épicas hazañas de la Novena Compañía aliada, llena de españoles exiliados que lucharon casi diez años entre la Guerra Civil y la II Guerra Mundial, y que participó en eventos clave como la reconquista de París.

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José Luis Alamán, en la plaza de España. foto: Carlota Blanco

Según dice emocionado, estos hombres “no luchaban por ellos, por su país, por su nación”. “Luchaban”, afirma, “por una idea: la de la libertad”. La misma idea por la que murió su abuelo. Si es cierto, entonces, que quien no conoce el pasado está condenado a repetirlo, podemos estar tranquilos: conocemos la historia de Martín Ferreiro, y las de muchos de los injustamente represaliados más, gracias al incansable trabajo de personas como su nieto. 

 

Tras la muerte de Ferreiro, Adolfo Bregua, un preso gallego de Mauthausen que sobrevivió al campo de exterminio, envió dos cartas a su familia para comunicarles su fallecimiento. Existen dos versiones de la misiva: una primera desgarradora, que solo le envía a José Bouzas, cuñado de Ferreiro, a finales de 1945 desde París, sin escatimar detalles. Y otra más breve, a principios de 1946, más breve, que le envía también al propio Bouzas para que se la dé a la viuda de nuestro protagonista. A continuación, la transcripción de ambas.

 

CARTA DE 16-12-1945


Muy Sr. mío: La presente tiene el objeto de poner en su conocimiento que en mi poder [tengo] la suya [de] fecha 10 de diciembre, en la que he podido comprobar el gran intrés que tienen en saber la suerte de su cuñado Martín Ferreiro. Es muy doloroso para mí hacer historia de este gran proceso que no quisiera recordarlo más. Por tratarse de un gran amigo no puedo ocultarlo y empezaré. En 1939 pasamos al Campo de Saint Cyprien, en Francia. El 24 de diciembre del mismo año salimos juntos en la 114 Compañía de Trabajadores Españoles con dirección a la frontera alemana para hacer fortificaciones. En 1940 los alemanes empiezan la invasión de Francia; nosotros quedamos en el cruce (¿?) de la línea Maginot [e] hicimos grandes esfuerzos a ver si podíamos salir a la zona no ocupada. Todos nuestros esfuerzos fueron inútiles y fuimos hechos prisioneros en Saint Dié con otros grupos de españoles, [y] nos llevaron en marchas forzadas hasta Estrasburgo, donde estuvimos seis meses como prisioneros de guerra. Allí, él, me acuerdo bien, recibió una carta de su hijo que le notificaba sus grandes progresos en los estudios, [por] lo cual él se puso muy contento. Las desgracias no paran ahí; un día en diciembre nos sacaron en un tren sin saber en qué dirección nos llevaban. El 12 de diciembre, día histórico del mismo año que nunca podré olvidar, nos dieron entrada en un campo de eliminación en Austria; era Mauthausen. Al mes de estar en él pasamos, junto con otros españoles, a otro Campo, a tres kilómetros del otro, que se llamaba Gusen, que fue el 24 de enero de 1941. Este era un infierno: de 6.000 que entraron en diversas expediciones, 5.500 [fueron] muertos de palos, hambre y ahogados. Martín, el hombre, con alguna ayuda, no mucha de los amigos porque no se podía más, pudo resistir hasta el año 1942; allá por el mes de diciembre el frío erra horrible, no se podía aguantar. A él le atacó el reuma y no podía andar. Una tarde el comandante que se llamaba Milesqui pasó revista a todos los presos para apartar [a] los más decaídos, a [los] enfermos los ponía aparte; entre estos le tocó [por] fatalidad a Martín que fuese uno de ellos; de allí pasaron al Blo 32 famoso porque el que iba sabía que estaba condenado a muerte. Yo me enteré por un español que tenía bastante confianza con el Jefe del Blo, [y] éste [aquel] me dijo que no pasara pena que a Martín no le pasaría nada. Me retiré un poco confiado. Al otro día llega un compañero y me dice: “No sabes, Bregua, que Martín [murió] en una ducha de agua fría”. Esto era una realidad. Fuimos a estar con el español que el día anterior nos había dado esperanzas y nos dijo que a pesar de sus grandes esfuerzos por salvarle [estos] habían sido inútiles. De esto sólo le pide una cosa: que esta carta no se la enseñe ni a su mujer ni a sus hijos por el dolor que le causará. Para más conformidad para usted trataré a ver si puedo conseguir un certificado de la Asociación de Deportados de Francia que tienen la lista de la mayoría de los muertos. Sin más que notificarle se despide de usted y de toda la familia Martín, el que tanto les aprecia.

 

Carta baja
Esta carta, escrita por otro preso en Mauthausen el 16 de diciembre de 1945, permitió a la familia de Martín Ferreiro conocer qué le había sucedido

 

CARTA DE INICIOS DE 1946


Muy Sr mío: La presente tiene el objeto de poner en su conocimiento que [tengo] en mi poder su atenta carta fecha de 8 de enero, en la cual me pide una carta para poder enseñar a los hijos y señora de Martín, de cómo fue la muerte de su cuñado. Este murió en el Campo de Concentración de Mauthausen situado en Austria a unos treinta quilómetros de una de las más grandes ciudades de este país, se llama Linz, en compañía de otros dos coruñeses, Arturo García y otro llamado Andrés conocido con el sobrenombre [de] Chacón y [cuyo] apellido es Adriano. Martín pasó mucho tiempo conmigo; siempre estuvimos juntos hasta el final. Yo le quería casi como si fuera mi padre; nada pude hacer para evitar el desenlace que para mí fue muy doloroso, y solo pido que su mujer y sus hijos tengan resignación y calma, convencidos [de] que su marido no hizo daño nunca a nadie, todo lo contrario: ¡qué bueno era! No tenía nunca una mala palabra. Murió como los hombres: por una idea. Le estoy sumamente agradecido de las visitas hechas por usted y sus hijas a mi mujer y por el rasgo generoso de ofrecerle. Si yo pudiese favorecerle en estos momentos, que yo no puedo hacer nada como sería mi deseo. He mirado a ver si podía sacar un certificado que acreditase su defunción; creo que muy pronto lo conseguiré; esperándole [sic] que la causa que tardase un poco en contestarle lo cual me tiene que perdonar. Tan pronto como lo consiga se lo mandaré inmediatamente. En todo lo que esté a mi alcance me tiene a su disposición. Nada más por hoy… usted de mí… de Martín e hijos… sumamente agradecido. 

 

Nota: para mayor legibilidad, hemos añadido palabras (las que van entre corchetes) y signos de puntuación a la carta original, además de corregir faltas de ortografía.

 

 

Carta corta
La carta enviada por Bregua a la familia de Martín Ferreiro en 1946

Martín Ferreiro, el directivo del Dépor que fue víctima de los nazis en Mauthausen

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