El mercado precario de las habitaciones de alquiler se tensiona en A Coruña

Los inquilinos con escasos recursos se ven cada vez más excluidos a medida que aumentan las exigencias
El mercado precario de las habitaciones de alquiler se tensiona en A Coruña
Roger lleva 20 años alquilando habitaciones | carlota blanco

Para aquellos que no cuentan con los medios apropiados para alquilar una casa, recurrir a una habitación es una opción. Se trata de un mercado muchas veces sin regular en el que cada vez hay mayor presencia de inmobiliarias, pero que sigue siendo informal: muchos inquilinos no tienen contrato. Dentro de la red social de la ciudad, instituciones como la Cocina Económica redirigen a menudo a aquellas personas que buscan una solución, aunque sea temporal. Pero incluso estos admiten que es cada vez más difícil. “Es una tarea complicada, por no decir que para algunas personas es imposible”, señala Pablo Sánchez, trabajador social.

 

Hace diez años  entre 250 y 280 euros era caro. Hay gente a la que se  le va mucho la olla por cuatro metros


El mercado de alquiler de habitaciones está restringido a trabajadores o estudiantes. Aquellos que están en riesgo de exclusión social, aunque cuenten con un subsidio público como la Risga, rara vez son admitidos. “La negativa es la tónica, no quieren personas que cobren prestaciones”, asegura Sánchez. Hay que señalar que aunque no tan altos como los de un piso, una habitación puede rondar los 300 euros en un momento en el que la pobreza no deja de crecer, impulsada por la inflación. La tasa Arope, que mide este fenómeno, señala que el fenómeno creció en A Coruña y su área entre 2021 y 2021, pasando de 18,24 a 18,33.


La situación ha llegado a tal punto que se están alquilando trasteros como lugares donde poder pasar la noche. Obviamente, no se trata de una práctica habitual, dado que es ilegal y la comunidad de vecinos del edificio no permitiría que se volviera permanente, pero  se han dado casos.


Exclusión residencial

En el negocio de alquiler de habitaciones han desembarcado ya las primeras inmobiliarias, sobre todo orientadas a los estudiantes, un mercado rentable. Para los colectivos más desfavorecidos, “lo que les queda es un mercado marginal, sin ningún derecho, pero el mercado está totalmente copado. Lo que queda libre por la mañana se alquila por la tarde. Es la exclusión residencial”, describe un preocupado Sánchez, que señala que siempre ha habido gente que ha alquilado una habitación de su casa como medio de vida.


“En esta ciudad, a día de hoy, si hace tres años hablamos de 200 euros, ahora hablamos de 300 o 350 euros”, apunta el trabajador social. Asegura que conoce dos casos de familias que alquilaron una vivienda completa pero que la alquilaron por habitaciones, le hicieron cuatro contratos y cinco. Porque es mucho más rentable. “Es una práctica que he conocido recientemente pero probablemente se extienda”, advierte. l

 

Roger | “A una semana de quedarme en la calle y con un trastero alquilado para meter mis cosas, me salió una habitación” 

Roger es un ejemplo de personas con escasos recursos que habían encontrado en el alquiler de habitaciones un forma de solucionar el problema de la vivienda a su medida. “Llevo 20 años haciéndolo –señala– por motivos personales y laborales”. Siempre le había resultado fácil encontrar una nueva habitación cuando le hacía falta hasta época reciente. Comenzó a notar que algo había cambiado hace dos años.


“Por aquel entonces, alguna empresa inmobiliaria ya se estaba empezando a meter en el alquiler de habitaciones”, explica. Pronto comenzaron a aumentar los requisitos para ser admitido como inquilino. Nóminas, avales bancarios... Hasta ese momento, el perfil de casero era muy distinto. “En el 80% de los casos, ni siquiera es el dueño. Y que este viva en la casa, es raro”, asegura este veterano.


Según él, lo habitual cuando se encuentra a un casero es que este sea una persona que “desea vivir por encima de sus posibilidades, y que se mete en un piso grande. Tiene otros gastos que no puede pagar y al final, alquila las habitaciones para poder llegar un nivel de vida superior”.  Por aquel entonces, el precio era muy bajo. “Hace diez años entre 250 y 280 euros era caro. Con 280 tenías una habitación amplia con cama de matrimonio”.  Además, es irregular. “De cien sitios, por decir una estimación, he tenido contrato en muy pocos”, estima Roger


A día de hoy, no es así. El precio ha crecido, pero aparte de ser más caro, se hace pagar los gastos a parte, mientras que el espacio que se ofrece por él es mucho mejor. “Hay gente que exagera, porque ofrecen cuatro metros cuadrados y un armario en el que no cabe nada”, dice.


También ha cambiado el perfil que se pide para alquilar una habitación. “Para muchas de las habitaciones se demandan (en un 60-80%) mujeres o estudiantes. Supuestamente, por culpa de los estudiantes es por lo que ha subido el precio. Si eres propietario y no quieres problemas, acoges estudiantes porque son los padres quienes pagan”, aclara. El resultado, es que si se llama para interesarse por una habitación, la primera  pregunta es “¿Trabaja o estudia?”. Si se responde que ninguna de las dos cosas, se cuelga el teléfono. Es el caso de Roger, que sufre cuatro enfermedades crónicas.


Por eso, cuando tuvo que abandonar el piso donde llevaba un año y pico, creyó que tendría que vivir en la calle, lo que no le preocupaba, porque no habría sido la primera vez. Además, tenía problemas con su compañero de piso. “Te encuentras gente que muy estable no es. Va bien vestida, pero más del 90% es muy poco aseada. Si uno no se respeta a sí mismo, mantiene el baño y la cocina en condiciones, no se puede convivir”, señala.


Pese a tener garantizado el ingreso mínimo, solo recibía negativas. “Al fina, he tenido suerte. A una semana de quedarme en la calle y haber alquilado un trastero para meter mis cosas, me salió una habitación”, añade. Pero no todo el mundo tiene la misma suerte. 

 

El mercado precario de las habitaciones de alquiler se tensiona en A Coruña

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