Seis décadas, no mucho menos tiempo que el que necesita el cometa Halley para orbitar alrededor de nuestro planeta, son las que lleva Antonio Fachado, músico de los de antes, afincado en Os Mallos, donde abrió su mítica tienda: Musical Fachado. Toda una vida, por tanto, aportando música –sobre todo de acordeones, su especialidad– a los habitantes del barrio, y perlada de anécdotas como su relación con Ana Kiro, con la que tocó en los 80, o las numerosas veces en que sirvió comida a The Beatles.
Nacido en 1940 en Brión, una pequeña parroquia de Rianxo, el joven Fachado comenzó a tocar porque lo hacía uno de sus hermanos, y llegó a ingresar, en 1955, en la banda militar de Santiago, donde estudió trompeta. Actuaban “donde podían”, pero pronto se vio obligado a emigrar para ganarse la vida. Su viaje lo llevó a la capital de Inglaterra, Londres, donde estuvo varios años trabajando de camarero en restaurantes como el Parisian Grill, donde sirvió comida a los miembros de grupos legendarios como The Beatles o The Rolling Stones. “Los conocía por la televisión, no tenía relación con ellos, pero venían allí a comer una hamburguesa y aquello era una locura. Las vueltas que da la vida”, recuerda.
Tras hacer algo de dinero, decidió volver a España. Llegó a Os Mallos, con un sueño, en 1966, donde estableció su tienda, Musical Fachado, en la calle Francisco Catoira en la esquina con la ronda de Outeiro. En 2019 se mudaría a Oidor Gregorio Trovar, donde sigue en la actualidad.
Respecto a la tienda, cree que ha sobrevivido tan bien al paso del tiempo porque supo especializarse en el mundo del acordeón. Un proceso que requirió mucho esfuerzo. “Volví dos semanas a Inglaterra para formarme como lutier, al poco de abrir la tienda, y me especialicé en las reparaciones”, explica. Además, visitó ciudades como Castelfidardo, en Italia: una pequeña localidad que baña el Adriático de apenas 19.000 habitantes que, no obstante, “cuenta con decenas de fábricas” de este instrumento.
Abrió su tienda en 1966, tras emigrar a Inglaterra, y desde entonces se ha mantenido en el barrio herculino
“Esta es la única opción de que internet no te haga mucha competencia, porque acordeones hay en cualquier lado, pero no es lo mismo comprarlo aquí que a un desconocido”, apunta. Asimismo, asegura que “para reparar un acordeón tienes que ser músico: no es lo mismo que abrir un reloj y después cerrarlo. Tienes que saber afinarlo, y luego hay pequeños secretos que vas aprendiendo con el paso de los años”.
Le mandan acordeones de toda España para arreglar: “Puedo tener perfectamente 150 en la tienda”. “Los acordeones no pasarán de moda nunca, pueden durar 100 años o más; aquí tengo algunos de 80 o 90 años que están flamantes, que tienen la madera como si se fabricase ayer”, dice.
Durante años, en los 80, compaginó su trabajo en la tienda con sus peripecias como trompetista de la orquesta Los Madrigales, que acompañó mucho durante aquella década a Ana Kiro. También, hasta hace pocos años, daba clases de acordeón a los vecinos del barrio, pero lo dejó porque “cansa muchísimo”.
Fachado no tiene claro el futuro del establecimiento. “Para tener esta tienda hay que ser músico, y es complicado encontrar a alguien, si no ya la habría vendido”. “Es una pena, porque el negocio es rentable, si un músico se hiciese cargo podría vivir de ella”, explica Fachado.
Si se jubilase, tiene hijos que heredarían la tienda, pero no lo ve como una opción. “Tengo 85 años y estoy como nuevo. Tengo los cinco sentidos y el físico bien, así que. de momento. no pienso retirarme”, asevera. “Si te gusta la pesca, echar la partida, lo entiendo, pero a mí no me gusta nada de eso. Mi vida es la música”, reitera. Así que allí estará, manifiesta, hasta que el cuerpo se lo permita: “Mientras me anden las piernas, no me jubilo”.