Las obras de peatonalización de los Cantones han comenzado y cuando finalicen, de aquí a veinte meses, se habrá completado en un 95% la humanización de la Pescadería, una zona que comprende unos 400.000 metros cuadrados. Después de años de sucesivos cierres de calles, una vez haya concluido esta última obra el espacio comprendido entre Juana de Vega y la plaza de María Pita y que corresponde a grandes rasgos con el istmo de la península herculina, será en su mayoría peatonalizado o de preferencia peatonal.
Por supuesto, quedan todavía zonas de tráfico intenso: sobre todo el Paseo Marítimo y la avenida del Puerto, pero la eliminación del aparcamiento en la calle de San Andrés ha supuesto un fuerte impulso en este sentido. La idea de los sucesivos gobiernos locales, sin importar el color político (PP, Marea Atlántica, PSOE) de recuperar las calles para los peatones y que dejaran de ser simples estacionamientos de vehículos se ha hecho realidad.
Aún quedan algunas vías, como la de Comandante Fontanes, en la que un conductor afortunado puede encontrar un espacio vacío donde estacionar el vehículo, pero el resto es subterráneo. Las obras de los Cantones no afectarán a los conductores a la hora de aparcar, puesto que ya no se permitía, pero sí reducirán el espacio dedicado a ellos, puesto que la circulación se verá limitada a un carril por sentido.
El director de las obras de San Andrés, Javier Vázquez, señaló la semana pasada que la circulación es mucho más fluida en esta vía ahora que se ha eliminado el aparcamiento. Es decir, que se ha eliminado el ‘tráfico de agitación’, como lo denominan los expertos en movilidad, que consiste en conductores dando vueltas en busca de un lugar donde aparcar. Esto prácticamente ha desaparecido en Pescadería. Pero para llegar hasta aquí ha sido necesario recorrer un camino muy largo.
El proceso comenzó hace 50 años cuando, en julio de 1974, se aprobó en el pleno municipal una medida revolucionaria: no se podría aparcar en la calle Real ni en las vías aledañas. El acuerdo entró en vigor el uno de agosto, como una prueba que se iba a efectuar durante el verano. En ese momento, se había decidido que la peatonalización era parcial porque solo desde las 12.00 hasta la una de la madrugada se prohibía circular. En cambio, aparcar sí que se prohibió por completo.
La nueva medida afectó a las siguientes calles: Estrella, Mantelería, Galera, Olmos, Torreiro, Arco entre Olmos y Fuente de San Andrés, General Mola (hoy Álvaro Cebreiro) entre Olmos y Fuente de San Andrés, Bailén, San Nicolás, San Agustín entre San Nicolás y Plaza de Pío XII y calle Real. En total, algo menos de 90.000 metros cuadrados en pleno centro de la ciudad.
Fue realmente un paso de gigante y se temía que la gente, muy acostumbrada a aparcar en cualquier esquina, no respetaría las nuevas restricciones. Para prevenir infracciones se desplegó un dispositivo de la Policía Local para librar lo que se llegó a llamar la “batalla anti-coche”, pero todo marchó incluso mejor de lo que se había previsto.
La Cámara de Comercio realizó tras la primera peatonalización una encuesta sobre los niveles de satisfacción del público y resultó bastante positiva. Uno de los cronistas de la época, Emilio Quesada Zato, propuso ir más allá y cerrar María Pita al tráfico. En efecto: por aquel entonces, la plaza mayor de la ciudad aún albergaba coches.
Pero habría que esperar todavía mucho tiempo, porque la plaza era también un lugar de paso para el tráfico que quería dirigirse a Monte alto. Por eso fue necesario construir el túnel de María Pita y, para que no se notara la falta de espacio, un aparcamiento subterráneo. No fue hasta 1987 que se completó la peatonalización. Eran nada menos que diez mil metros cuadrados, pero muy significativos desde un punto de vista simbólico. Además, diez años después se cerró al tráfico la calle Riego de Agua, formando el núcleo peatonalizado que conocemos ahora. Se dieron muchos de estos pequeños pasos. Por ejemplo, con el cierre de parte de la calle del Orzán en 2010, llevada a cabo cuando gobernaba el socialista Javier Losada.
Luego le tocó el turno a Carlos Negreira. El único alcalde del Partido Popular que ha tenido la ciudad estaba dispuesto a ofrecer a los coruñeses un gran espacio en el centro de A Coruña, y escogió La Marina, que en ese momento soportaba una gran cantidad de tráfico en torno a una zona ajardinada. Presentó el proyecto en el año 2015.
Seguía la estela que había dejado Vázquez (que en 2008 había peatonalizado también O Parrote), pretendía soterrar casi todo el tráfico de la Marina, 35.000 vehículos al día, para liberar 52.000 metros cuadrados. Era lo que denominó la “conquista del espacio para las personas”. Negreira presentó el proyecto en enero de 2014 y la primera fase se abrió hace diez años. Fueron 5,6 millones de euros los que se invirtieron en la urbanización, a lo que hay que añadir los 16,5 millones del túnel pero ofrecieron un enorme espacio al peatón.
Comparado con estos hitos, la superficie que abarca la obra de los Cantones no parece tan importante, pero suponen 9.500 metros cuadrados, algo menos que la plaza de María Pita, pero, sin duda, tienen una carga simbólica tanto o más importante que la plaza mayor de la ciudad.
Cuando todo haya concluido, el istmo de la ciudad será un enorme paseo. Listo para abrirse a los terrenos portuarios algún día, cuando se complete este último gran paso.