Mucho antes de que en las aulas comprueben el nivel de la UDC, los protagonistas de los programas Erasmus y similares empezaron una de las asignaturas más importantes de su estadía: coruñesismo de toda la vida. Este versa principalmente, según podría glosarse en un programa didáctico sobre cómo hacer disfrutar a los cinco sentidos, especialmente el gusto y el olfato. Y es que la primera gran reunión de estudiantes foráneos congregó a aproximadamente 300 jóvenes de 30 nacionalidades diferentes –toda una ONU– en El Holandés primero, en La Terraza del Profe después y, finalmente, en el pub Studio 54 del Orzán. Son solamente algunas de las diferentes paradas sociales que cada semana realizarán por toda la hostelería de la ciudad, lo que supone todo un maná para un sector que comienza la depresión posvacacional.
Detrás de la iniciativa está una asociación, Erasmus Student Network, cuya división coruñesa se encarga de guiar los primeros pasos de los jóvenes que, en muchos casos, emprenden su primera aventura lejos de casa: alojamiento, transporte, hábitos y aliviar los posibles choques culturales para asociados de países tan diferentes como Corea del Sur, Finlandia, Kazajistán o Chile. Y dentro de esas intenciones está también favorecer la integración y la socialización. Y nada más coruñés que favorecerla en un bar. “Muchas veces buscamos también un primer contacto con la gastronomía de aquí”, explican desde la ESN Coruña.
Muchos de los que llegan tienen un nivel de español básico y en las primeras reuniones prima el inglés, así que eso de llamar a los eventos Tapas night, Pub Crawl o International Dinner tiene poco que ver con el esnobismo y mucho con el hacerse entender. De hecho, el último de los tres es un intercambio cultural en toda regla, en el que cada estudiante aporta un plato típico de su país y se lo explica a los compañeros de viaje. El local de turno en el que se celebra, por su parte, ofrece descuentos en bebidas y consumiciones, además de un espacio de tranquilidad y buenrollismo.
Con lo del Tapas night, la fórmula elegida para la primera fiesta, todos los años se producen momentos divertidos, como el que tiene que ver los callos y su capacidad para enganchar ‘guiris’. “Una vez nos pusieron callos y todos ‘flipaban’ con la apariencia. Decían que eso no lo comerían, pero luego el local se quedó sin existencias. A las pocas semanas hubo que hacer el domingo de callos”, recuerda la responsable de ESN.
Actualmente son trece los establecimientos que dan cobertura a las iniciativas de Erasmus Student Network, lo que significa que aproximadamente dos veces al mes tendrán a unos 200 jóvenes consumiendo durante horas en su establecimiento. A golpe de martes, miércoles o jueves, cuando en invierno no merodean ni los gatos callejeros. Sin embargo, los buenos precedentes no siempre consiguen eliminar prejuicios sobre los hábitos de los estudiantes. “No siempre los locales nos reciben con los brazos abiertos, pero una vez conseguimos cerrar una fiesta quedan encantados, como fue el caso el año pasado de la gala del Copacabana, a pesar de las trabas que otros grupos hosteleros quisieron ponernos”, lamentan desde la organización.
Y es que, después de haber tenido una primera clase magistral a base de Estrella, tortilla de Betanzos y empanada, a los estudiantes sólo les falta contestar ‘depende’ a las primeras preguntas de sus nuevos profesores.