Seguimos los rastros de tinta impresa que nos llevan a otro de los pocos quioscos que permanecen en activo en la ciudad. Probablemente lo habrán visto porque las dos ubicaciones que ha tenido el Pontejos en su larga historia han sido muy céntricas. Va a hacer dos años que Óscar López despacha en la calle Panaderas tras su traslado de la ubicación original en la calle Marqués de Pontejos.
Como en otros casos, el quiosco Pontejos abrió hace más de 30 años de la mano del padre de López quien mantuvo sus riendas hasta que enfermó y sus hijos tomaron el relevo. Óscar López decidió conservarlo, “fue como una especie de herencia de mi padre”, señala. En esa herencia cabe lo malo y lo bueno. De entre lo primero destaca la crudeza de un oficio que “da para vivir justo y al día”, reflexiona López. A ello se suma el número de horas que requiere despachar prensa escrita, es un continuo como la propia información que no cesa. Entre lo bueno, clientes que son buena gente y acompañan en el día a día.
Este tipo de negocios tiene que conservarse porque, a parte de vender un producto importante, hay un trato humano que falla en otros oficios más burocráticos
Parte de lo anterior explica la visión actual del oficio que desgrana López. Las ventas han ido en descenso y “es un oficio que parece que va en decadencia pero siempre hay un mínimo de gente que va comprando, supongo que es porque todavía hay gente a la que le gusta la rutina de la prensa”, reflexiona.
El futuro puede que sea difícil pero para López lo hay porque con el cierre de otros establecimientos “siempre hay gente que viene a tu negocio aunque hoy no hay mejora, es como si se estancara”, puntualiza. Esa clientela es mayor, en un rango que él define como de entre 50 a 85 años. “La gente joven no tira mucho de la prensa, supongo que es porque no están muy habituados a leer en papel”, conjetura.
No obstante, pese al panorama difícil, una de sus ventajas es que actúa como punto de información, “mucha gente te pregunta como si fueras un guía”, indica López. Además, la conservación de este oficio resulta necesaria porque “a parte de vender un producto importante como la prensa, hay mucha gente a la que le gusta venir a hablar de paso que compra, hay un trato humano que falla en otros oficios que son de estilo burocrático”, indica López.
Y luego está ese carácter clásico, “ese punto nostálgico del negocio de toda la vida”. Y defiende “claro que puede tener futuro, pero hay que darle publicidad, todo entra por los ojos, tiene que gustar y dejar de estigmatizarlo”. Para ello, Óscar López apuesta por aportar un valor añadido que en su caso es un recuerdo de los mercadillos a los que iban con su padre y que surgió como idea en la pandemia. Hoy el quiosco Pontejos es una ventana al pasado en los días de sol y a sus productos habituales suman una oferta de segunda mano como DVD o discos.
“Hay que pelear un poco por esto y a mí me gusta la originalidad. Si cada quiosco tuviera una oferta propia, aportaríamos más diferencia”. Eso, para el dueño del Pontejos no significaría perder la esencia de su oficio, al contrario, "la gente cuando va al quiosco va a por prensa escrita, lo que añadamos puede hacer que la gente se pare más, no al contrario", finaliza.