Durante el pasado año escuchamos en diversas ocasiones que el Gobierno municipal estaba trabajando ya con el horizonte de 2024 para una nueva concesión del bus urbano, ya que en ese año finalizará la actual, que se retrotrae al año 86, con alguna modificación puntual por el medio.
La idea de una nueva concesión era sugerente, ya que, de manera intrínseca, se piensa que ésta servirá para paliar las carencias que ha ido acumulando el servicio durante los últimos años, y a los que, a pesar de los anuncios a bombo y platillo, nunca se les puso solución.
También era sugerente la idea en otro plano, el de la municipalización del servicio. Aunque en el último pleno, el edil de Movilidad, Juan Díaz Villoslada, tornara, casi por completo, esta puerta, dejando entrever que lo que está haciendo el Ejecutivo local es trabajar en unas nuevas condiciones para una concesión similar.
Tarifas
Uno de los principales problemas es el modelo de tarifas, que se retrotrae al citado año 86 y cuyo cálculo se establecía año a año, provocando subidas del precio del billete.
El anterior Gobierno de la Marea Atlántica trató, por un lado, acabar con la concesión en 2016, aunque la Justicia europea obligase a dar marcha atrás; y, por otro, rebajó el precio del billete, que desde entonces permanece congelado en 1,2 euros y cuyo litigio todavía no ha terminado.
La fórmula contractual que tratará de diseñar el actual Ejecutivo deberá poner sobre la mesa, o bien un nuevo cálculo de las tarifas, o bien una fórmula de pactar los precios.
Pero no serán los únicos aspectos que deberá tratar la citada fórmula, ya que deberá hacer frente a algunos de los retos históricos del servicio, como el replanteo del mapa de rutas o la mejora de la flota de autobuses, esta última estancada desde el comienzo de las tiranteces entre el anterior Gobierno y la compañía.
Las rutas son un aspecto clave, ya que el crecimiento de la ciudad y la idiosincrasia de la misma no han sido satisfechas con respuestas en el ámbito del transporte colectivo.
Tanto el anterior Gobierno como el actual prometieron afrontar el replanteamiento de las líneas, o al menos su estudio. Pero la realidad es que el reto tendrá que esperar hasta la nueva concesión, tal y como reconocía el concejal durante el pasado año, que mantuvo para este mandato la promesa de cambios puntuales en las líneas.
Modificaciones que todavía no se han efectuado, pero que afectarán, en principio, a líneas como la 11 o la 21, para mejorar el servicio en zonas y barrios cuya demanda aumentó en los últimos años.
Pero el servicio no se deberá ceñir a la ciudad, sino entenderla en clave metropolitana, algo que se ha ido comprendiendo en los últimos años, pero para lo que todavía restan pasos.
La extensión de la línea 1-A hasta Santa Cristina (y su posterior aval judicial, hace un año) y la entrada del transporte metropolitano al centro de la ciudad dejó claro que la demanda no se ciñe solo al término municipal.
Pero para ahondar en la cuestión es necesaria la concreción de una autoridad única de transporte para el área, así como la cohesión del servicio, de manera que el transporte urbano y el metropolitano se complementen.
Otro aspecto en los que avanzar cara un nuevo servicio es la clave tecnológica, donde ya se han dado pasos, aunque sin consolidarlos todavía.
El sistema de gestión de las tarjetas Millennium está siendo objeto de cambios durante el actual mandato, mientras que también se espera la aplicación de pago por móvil, cuya salida estaba prevista para después del pasado verano.