Solamente unos días después de una reseña en internet que ponía por las nubes su tortilla, la tranquilidad y relativa privacidad de la cafetería de Nuevos Ministerios, en Elviña, se ve alterada por la creciente cantidad de curiosos que se lanzan a comprobar las bonanzas del pincho y veracidad de la crítica. En cuestión de minutos, la cocina saca dos ejemplares seguidos, que se esfuman sin siquiera posar la bandeja en el expositor. “Nos han doblado el trabajo”, dice una empleada. Es el impacto que ha conseguido el blog Aún Pillas Tortillas, que ayer celebró diez años de vida, tan fresco como los huevos de su producto monotema.
La de Nuevos Ministerios fue el número 406 de los exámenes públicos que en la ciudad, y en ocasiones en la comarca, han realizado Pablo Pérez y sus amigos. En realidad nunca ha dejado de ser eso: una conversación pública entre amigos. Tortillera y tortuosa. “Nace de la época de la universidad, al estilo de otras páginas como aquellas que criticaban hamburguesas, pero si tienes que salir a catar hamburguesas cada fin de semana...”, bromea. “La mayoría somos gente de barrio y lo que estamos acostumbrados es a ir a bares de barrio, no teníamos tanto dinero para ir a cenar al centro y reivindicamos que a veces hay tortillas maravillosas por descubrir debajo de tu casa”, añade.
Por la plantilla han pasado un total de 15 personas distintas y colaboradores de todo tipo, aunque nunca ha dejado la vocación con la que nació el proyecto. “Intentamos que sea un hobby sin ánimo de lucro”, advierte.
Influencers sin quererlo
Son muchos los pequeños locales de barrio que han notado los efectos de la crítica positiva. En ocasiones son más de 5.000 los curiosos que echan un ojo a un sistema que comprende descripción, análisis, veredicto y puntuación. Esa influencia directa en la hostelería y la buena marcha de de la misma es uno de los puntos que hace sentir más orgulloso a Pablo. “Nos alegramos que los sitios que tengan buenas tortillas sean reconocidos y, si con nosotros les va bien, pues mejor”, subraya.
En el otro lado de la balanza están los que no alcanzan el aprobado. Pocos, pero existen. “Nos llega más feedback de los que están contentos que de los que no están conformes, pero algún mensaje hemos recibido”, reconoce.
Pérez se considera conciliador en la batalla nacional más célebre. “Es la pregunta que me hace todo el mundo y haría un llamamiento a la concordia, no hay que pelearse”, confiesa. Eso sí, tiene claro por dónde deben pasar los mínimos. “Una tapa debería estar como máximo en dos euros y que te quite el hambre. No hace falta que sea líquida, pero sí jugosa, con su patata blandita y en su punto”, explica.
Sobre sus favoritas, Pablo apunta a O Remo como número uno, aunque siente devoción por el Vila 46, en Villa de Negreira, y O Roncudo, en Novo Mesoiro. Respecto a los mayores chascos apunta a “sitios que no están mal, pero que cobran 3,50 euros por algo que en otros lados te ponen gratis”. Que nadie juzgue al juez porque, finaliza, se le da mejor comerlas que hacerlas.