Cifran en “al menos un 80%” las pérdidas de las terrazas de La Marina de A Coruña debido a las obras

Desde el comienzo de la reforma, hace una semana, los hosteleros denuncian el vaciado del exterior
Cifran en “al menos un 80%” las pérdidas de las terrazas de La Marina de A Coruña debido a las obras
Las terrazas de La Marina, donde normalmente se hace complicado encontrar un sitio libre, estuvieron prácticamente vacías desde el inicio de las obras | pedro puig

Entre encontrar un unicornio sobrevolando A Coruña y una obra que no despierte lamentos apocalípticos las probabilidades de éxito se reparten casi por igual. Sin embargo, cuando esos trabajos afectan directamente al corazón del ocio de la ciudad, tanto para autóctonos como para visitantes, la cosa se pone mucho más seria. El inicio de las obras en los Cantones ha resucitado el fantasma de San Andrés, una leyenda negra de nuevo cuño, solamente unas semanas después de que este dejase de vagar por las redes sociales, los foros y los grupos de mensajería de comerciantes, oposición y vecinos. En este caso le ha tocado a los taxistas primero, a los usuarios de autobús después y, desde hace unos días, a unos hosteleros que atisban nubarrones en el horizonte. Justo cuando las cuentas debían empezar a salir redondas con la llegada del buen tiempo. 

 


La maquinaria trabajando en la avenida de La Marina no es precisamente el plan idílico de ningún coruñés, tanto por una cuestión estética como de salud auditiva. Y más ahora que los decibelios están sobre la mesa. La de María Pita. Según denuncia la asociación de hosteleros de la zona, ha sido llegar los operarios, comenzar a levantar el firme y provocar una fuga indiscriminada de clientes hacia zonas más tranquilas. Los números y la dinámica de no trabajo les asustan. “El miércoles pasado tuvimos diez horas de apertura con la máquina picando piedra de forma constante. La terraza estuvo vacía, porque el ruido es insoportable”, afirma Alberto Boquete, presidente de la entidad y también responsable de La Mansión 1783. “La pérdida de clientes es, como mínimo, del 80 por ciento. Si la cosa no mejora no sé qué vamos a hacer, porque se nota hasta en los cruceros. A nadie le resulta cómodo tomar algo en una terraza de esa manera”, añade el hostelero.


Puede considerarse La Mansión un local moderno, con coctelería y opciones hasta primera hora de la noche, justo cuando es más difícil encontrar operarios. Sin embargo, a Dolores Vázquez, propietaria de Sheraton, la cosa se le complica. Se trata de un bar de toda la vida, con un alto índice de reclamo por la calidad de sus tapas, y en el que la hora punta coincide con la de las obras de los Cantones. Por eso, Lola, como la conocen los habituales, ha explotado con apenas unos días de ‘machaque’. “No es normal que se pongan en estas fechas, que durante cinco semanas nos maltraten de esta forma. Es que no hay nadie, literalmente, en la terraza. La última semana ha sido un auténtico desastre”, exclama.


Semana Santa  

El horizonte más preocupante que dibuja la responsable de Sheraton es Semana Santa. “Estas obras deben comenzarse en invierno, no en plena Semana Santa cuando esperamos trabajar todos”, lamenta la propietaria de uno de los establecimientos más antiguos de la zona. 


Si Boquete representa la portavocía oficial y Vázquez la experiencia, a Antonio Ruiz le toca hablar por acumulación. En la misma avenida gestiona tres locales de moda, especialmente en el ocio nocturno: Quai, La Calle y Piccadilly. El primero de ellos abre durante toda la tarde y también ha notado los efectos de la reforma de los Cantones. “Lo llevamos como podemos e intentamos pasar a la gente a la terraza trasera que tenemos. El ruido y el polvo afectan a un trabajo como la hostelería y hay que limpiar las mesas con más frecuencia. Además, la gente no soporta el ruido”, indica. Y es que los hosteleros también saben quejarse cuando los decibelios no deseados empañan su labor. Y el descanso de sus clientes.


Mesa de negociación  

No se puede decir que la obra de los Cantones haya cogido con el pie cambiado a la hostelería, ya que ese particular ya se coló en el primer debate o mesa de negociación celebrada el pasado 18 de marzo en María Pita. Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería de A Coruña, solicitó la mayor celeridad posible para no interferir en los negocios. “Lo planteamos el día de la reunión y creemos que se deberían minimizar los perjuicios y facilitar el acceso, por ejemplo, a los servicios de carga y descarga”, sugiere.


Los taxistas despistados se colaron por donde no debían y se quejaron de la nueva situación. Los usuarios de la parada de Entrejardines se vieron sorprendidos y sobrepasados. Ahora los hosteleros se sienten abandonados y sin capacidad de facturación. Para todo ello pidió Inés Rey paciencia a la hora de afrontar la obra “de todos los coruñeses”, la “sala de estar” que quiere “prestigiar”. “No fue fácil decidir intervenir en los Cantones. Las obras son incómodas, pero los resultados suelen mejorar la vida de la gente; cuando empezó la obra de San Andrés parecía que se iba a acabar el mundo, y ahora espero el buen resultado de allí en los Cantones”, pronosticó la regidora, quien además reiteró que en ningún momento toda la zona se encontrará en obras y que habrá tramos en los que se actuará durante el horario nocturno. 


Acostumbran a decir con orgullo los habitantes y empresarios de La Marina que esta es la gran postal de A Coruña. Seguramente, los que la reciban durante estos días pensarán que se trata de una ciudad fantasma o con poca vida. En honor a la verdad, nada más lejos de la realidad.

Cifran en “al menos un 80%” las pérdidas de las terrazas de La Marina de A Coruña debido a las obras

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