El rey emérito vive plácidamente en su retiro emiratí, hasta que un cuerpo llega a la playa de su residencia. Ahí comienza una aventura en la que el emérito ejerce de detective para desgranar el misterio que rodea al suceso. Quizá suene extraño, pero es el inicio de la última novela de Javier Sagarna, ‘El misterio del emérito en el Emirato’, con la que recientemente viajó a la ciudad.
Explica Sagarna que esta idea “nace de haber visto cosas parecidas”, enumerando entre risas libros sobre la reina de Inglaterra, Angela Merkel o incluso un Lincoln cazavampiros. “Esto de utilizar figuras conocidas como detectives es casi un subgénero”, apunta y añade que para la idea que le rondaba la cabeza, el rey emérito “era perfecto”. “Tenía ese punto intermedio entre un personaje que, pese a todo lo que ha hecho y todo lo que pensamos de él, conserva una cierta simpatía, esa campechanía, quizá porque durante 30 o 40 años nos dijeron que era lo mejor que había en el mundo”, pero que, “al mismo tiempo, es satirizable y criticable, tiene mucho de lo que reírse”.
El personaje le resultaba perfecto para hacer una novela negra, “un caso de Agatha Christie, pero convirtiéndolo en una sátira, conectarlo con el humor satírico español”, explica referenciando a Valle-Inclán, al cual incluso le hace un homenaje con uno de los personajes.
Con una sonrisa, Sagarna asegura que, a pesar del protagonista escogido, el temor a las reacciones negativas “lo ha tenido más mi entorno que yo, mucha gente decía que me iba a meter en un lío”. “Yo creo que somos suficientemente libres como para gastar una broma, un poco mordaz e irónica, pero nos la podemos permitir”, comenta, mientras añade que sí que hubo ese pensamiento de “a ver si no acabo en Soto del Real”. “Para curarme en salud, se la dediqué a los Sex Pistols”, añade.
Pero el punto complicado de la historia era hacer ver que este emérito fuese real. “La línea a no traspasar es la de la verosimilitud, tienes que conseguir que la gente se lo crea”, explica Sagarna. “La principal cuestión era crear un emérito que nos pudiéramos creer, que pareciera lo suficientemente real, que tuviese los dejes que todos conocemos”, pero dejando campo para la imaginación. Así, este emérito no sólo desea volver a navegar en Sanxenxo, sino que también tiene tiempo para la meditación, un atributo inventado que practica desde los 60. “No quería hacer pasar nada por cierto, yo quería jugar a inventar”, señala.
Sagarna es farmacéutico, pero asegura con una carcajada que “me hubiera muerto si seguía”. “Me fui equivocando, eligiendo siempre ciencias cuando a mí lo que se me daba bien eran las letras”, comenta, mientras explica que un día dio con un taller de escritura. Esa sensación de escribir fue como un “he llegado a casa”, un hogar en el que sigue habitando hoy en día, escribiendo y educando como director de la Escuela de Escritores.
Sobre el futuro, apunta que tiene algún proyecto entre manos “completamente distinto” a esta novela. Pero reconoce que el personaje “ha quedado tan redondo, que pide más historias, es posible que haga una secuela”.