En un pequeño rincón de A Maestranza se esconde un tesoro donde las vivencias de las personas cobran protagonismo. El centro de día Saraiva abrió sus puertas hace poco más de un año con el objetivo de construir relaciones y fomentar la atención personalizada para cada usuario. La instalación sigue el modelo ‘housing’. Los colores cálidos de las paredes y los muebles buscan imitar el calor de un hogar, pero el corazón, lo más importante, lo aportan las personas.
Irma Barros tiene 74 años. Nació en la parroquia de Leis, en Muxía, y desde bien pequeña su vida giró en torno al encaje de Camariñas. Esa pasión la transmite a día de hoy a sus compañeras, que la observan alrededor de una mesa donde las sonrisas no faltan. Seguirle el ritmo, sin embargo, es imposible. Irma fue profesora de esta técnica durante décadas. Hace unos años sufrió un ictus y su brazo izquierdo quedó afectado, pero cuando coge los palillos, no hay barreras que la frenen. “Hay que hacerlo bien, no te admite una trampa”, señala, mientras elabora una puntilla para sus nietas recién nacidas. “Es una manera de ejercitar a través de algo que fue muy importante para ella”, señala la responsable del centro, Clara García.
Al mismo tiempo que Irma comparte su destreza, María José pone a prueba su cálculo y bromea con estudiar la carrera de contabilidad; Antonio, antiguo militar, ve desfiles y enseña al resto sobre disciplina y organización castrense; Blanca, a sus 95 años, maneja el ordenador de forma autónoma, mientras Esther se decanta por la tablet.
Cuando llegaron a Saraiva no se imaginaban que acabarían utilizando las nuevas tecnologías. “Nos gusta conocer a qué se han dedicado y cuáles son sus sueños o metas que no hayan cumplido todavía”, indica la terapeuta ocupacional Nuria Vilas. De ahí han nacido historias de superación, todas de la mano de profesionales de referencia como María Vilariño.
Elvira quería aprender a leer y ha visto cumplido ese sueño y Carmen, que llegó al centro en un estado de apatía, ahora no solo ha recuperado la independencia, sino que ha retomado las ganas de vivir. “Hace sola los recados y va y viene en bus todos los días”, dice la responsable del centro. Es, además, la primera en apuntarse a actividades como el programa de ‘Pedalear & Conversar’ de Afundación.
Marisa, por su parte, es la músico del grupo y tiene a su disposición una pandereta, con el fin de estimular el lenguaje a través de una actividad que le gusta, mientras Irma, llegada de México en agosto, disfruta calcetando y pintando en cerámica. Por ello, pronto acudirá al taller de cerámica cercano al centro. Y es que Saraiva, que también ofrece servicio de unidad de memoria, ha creado una relación con entidades locales con las que colabora para hacer del día a día una experiencia única.