Del sintoísmo japonés a la música codificada en ADN, la vida de la inteligencia artificial

Del sintoísmo japonés a la música codificada en ADN, la vida de la inteligencia artificial
Una de las réplicas originales de la máquina ‘Enigma | quintana

El ser humano ha mostrado cierto empeño en explorar los confines de multitud de conocimientos y, aunque suene extraño, el territorio de la inteligencia artificial  (IA) es uno de ellos.


El desarrollo, evolución y límites de este ámbito saltan a la palestra en la nueva muestra de Afundación, ‘AI: More than Human’, uno de los proyectos expositivos más ambiciosos de la institución, tal y como reflejaba ayer su presidente, Miguel Ángel Escotet, durante la presentación del mismo.


Se trata de un trabajo ideado por el Barbican Centre de Londres y coproducida por el Forum Groningen de los Países Bajos. Es la primera vez que se podrá ver en España y se podrá visitar en la sede de Afundación, en el Cantón Grande, hasta el 5 de febrero.


Es un proyecto que, pese a que pueda parecer de naturaleza complicada, está ideado para todo tipo de públicos, ya que viaja por los orígenes, posibilidades, evolución y límites éticos de la (IA) de una manera inmersiva, interactiva y con elementos de sobra conocidos por el público general.

 

 

Inicios


Tal y como detallaban la comisaria de la muestra, Alba Meijide, y el Co-Head of Barbican International Enterprises, Luke Kemp, la exposición se compone de cuatro secciones.


La primera de ellas, ‘The Dream of AI’, es un pequeño compendio que detalla como la inteligencia artificial tuvo sus inicios mucho antes de lo que nos imaginamos, remontándose a la cultura judía (con elementos expuestos acerca del mito del Golem), al sintoísmo japonés (con referencias incluso a personajes como Doraemon), así como al desarrollo de las matemáticas (con la exposición de los primeros aparatos para calcular, así como calculadoras del siglo pasado basadas en el ábaco).

 

 

‘Mind Machines’


La segunda parada introduce al visitante de lleno en aplicaciones de la inteligencia artificial, bajo el título de ‘Mind Machines’, pasando por creaciones de los siglos XIX, XX y XXI.


Así, quien visite Afundación en los próximos cinco meses podrá ver una de las siete réplicas originales de la máquina ‘Enigma’, así como una ‘Bombe’ que ideó Alan Turing para contrarrestar la primera (en concreto, se expone la que se vio en la película ‘Descifrando Enigma’).


En esta sección también se encuentra uno de los elementos que más atención reclama, el cual los organizadores además destacan que será uno de los atractivos para los más pequeños. Se trata de ‘AIBO’, el perro robot creado por Sony, que reacciona a los estímulos de los visitantes.


A su alrededor se muestran otras máquinas, como un ordenador de los años 70 (creado por Paul Allen y Bill Gates), paso previo a los de utilidad doméstica; pero también se puede apreciar uno de los antecesores de los sintetizadores modulares; así como desarrollos más modernos, como robots submarinos o adaptables a estímulos musicales.

 

 

Aplicaciones


La tercera parte es ‘Data Worlds’, un espacio donde analizar la multitud de aplicaciones de la IA y su incorporación a otros campos de la vida diaria. En este punto, se busca también entrever los límites éticos y morales de la tecnología.


No son pocas las instalaciones que abarca este apartado, desde la posibilidad de crear nuestra propia ciudad, otorgándole valores como índices de población, vehículos o basura para ver como sería su calidad de vida; hasta simuladores de conducción que analizan nuestras expresiones faciales (lo que permitiría que el sistema entienda los peligros del entorno a partir de la expresión humana).

 

 

Límites y especiales


La última de las partes es la de ‘Endless Evolution’, un espacio para analizar los límites hasta los que nos puede llevar la tecnología mezclando ámbitos que no se plantean de inicio.


Es el caso del bote de spray expuesto que alberga un millón de copias de un disco de Massive Attack codificados en ADN. Otra de las instalaciones permite oler las flores de un árbol hawaiano extinguido hace un siglo.


Hay también instalaciones especiales, como ‘PoemPortraits’, que permite tomarse una foto y escoger una palabra en inglés, lo que hará que la instalación nos imprima la foto con un poema impreso, creado por un algoritmo que elige también una palabra del usuario anterior para ir enlazando creaciones poéticas.


Tal y como pudieron comprobar representantes institucionales como Juan Carlos Escotet, Inés Rey o Román Rodíguez, la visita se disfruta mejor con tiempo, una hora y media según los organizadores, por lo que será necesario realizar inscripción previa para tener garantizada la visita. 

 

Del sintoísmo japonés a la música codificada en ADN, la vida de la inteligencia artificial

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