Los tablones de anuncios, tan míticos y a la vez útiles en una época en la que las redes sociales no invadían todo el espacio publicitario en cada una de las plataformas que se utilizan prácticamente a diario. Los mismos que funcionaban como gancho fácil en una ubicación como la Universidad en la que, el que no buscaba piso, necesitaba un profesor para clases particulares, o el que dijo que nunca se iría de viaje, a las pocas semanas estaría haciendo la maleta tras ver un papel que ofertaba una excursión en el corcho. Entonces era difícil poder encontrar hueco para publicitar un pequeño acto o manifestación. Hoy en día, y aunque las redes sociales agilizan –casi siempre– este tipo de anuncios, los tablones de las universidades siguen siendo todo un clásico que perdura en plena era digital.
Una muestra es el gran corcho de la facultad de Informática de la Universidad de A Coruña. Gran parte de los alumnos que entran y salen a diario del edificio, no pueden evitar echar la vista a la pared donde se encuentran todo tipo de anuncios. Algunos leen con más atención, otros, entre risas comentan algún cartel con amigos. Sea lo que sea, el tablón no pasa de moda.
Sobre su utilidad, bastante. Es el caso de María Rodríguez, alumna de Cuarto curso de Educación Primaria. “Hago uso del tablón para enterarme de las novedades, sobre todo, en actos o manifestaciones culturales que me puedan interesar”. Rodríguez comenta que, aunque las redes sociales son una buena herramienta para estar informado, “a veces es incluso más difícil enterarse de lo que pasa”, explica.
No obstante, los anuncios que más se repiten en los tablones de las facultades son, sin duda, los de habitaciones en pisos compartidos. La gran odisea de estudiantes que desean iniciar su aventura universitaria en A Coruña es cada vez mayor. Por ello, muchos de los alumnos que imparten sus estudios de grado en la urbe herculina optan por compartir piso. Si se tiene la posibilidad, con amigos mejor, si no, hay que encontrar como sea.
Finales felices
Toda historia con un final feliz empieza con un principio algo menos alegre, o por lo menos, difícil. La búsqueda de piso en una de las ciudades de España con más densidad de población puede ser casi equiparable a encontrar una aguja en una pajar. No obstante, el que lo acaba encontrado, suele recordar entre risas el momento años después.
Pedro López es la persona a la que le pertenece esta historia. Con un aprobado tan justo como milagroso en la ABAU del año 2017, decidió que su destino estaría en la facultad de Historia de la Universidad de Santiago de Compostela. Allí, algo perdido, y cansado por ir y volver cada día en tren desde A Coruña, optó por prestar atención a uno de los tablones que la ‘histórica’ facultad compostelana tenía en la entrada. Harto de seguir en esa situación, decidió llamar a varios números que aparecían en el corcho. “Ese momento cambió mi vida”. “Puedo decir que gracias al tablón de anuncios conocí a unos muy buenos amigos y pasé los mejores años de toda mi vida”, explica el actual opositor a profesor que, durante cuatro años, estudió y disfrutó a partes iguales gracias al tablón de anuncios.
Beneficio mutuo
El trato que acuerdan tanto el que publicita como al que le interesa es mutuo. Fuera de habitaciones, cursos o manifestaciones, la búsqueda de profesores particulares, sobre todo, de refuerzo en algunas asignaturas, suele ser abrumador. Esto pasa, como muchas cosas, al inicio de cada curso escolar. Los nervios de afrontar una etapa tan diferente a lo vivido hasta entonces, suele provocar en uno mismo que no se es capaz de conseguir algo, por lo menos, sin ayuda. Toda ayuda es buena. Más aún para el profesor particular, que normalmente, ha sido uno de los estudiantes que ha pasado por esa situación años antes.
Marcos Pereira confirmó esta teoría. Para él, la carrera de Física no fue fácil, por lo menos al principio. No obstante, años después y tras haber pasado los mismos horrores que algunos estudiantes de la actualidad, hoy es profesor particular de muchos de ellos. “Decidí poner mi número de teléfono en el tablón porque me hace falta el dinero, y sobre todo, porque pasé lo mismo que ellos y yo valoré mucho la ayuda que se me brindó”, comenta. Parafraseando a Albert Einstein, Pereira cree que locura es no aceptar esa ayuda y “hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados”.