El tapiado de edificios en ruinas ha conseguido dispersar la delincuencia en los últimos meses

El tapiado de edificios en ruinas ha conseguido dispersar la delincuencia en los últimos meses
El número 58 de San Andrés muestra las huellas del incendio de la semana pasada | Javier Alborés

Por mucho que las estadísticas señalen que A Coruña es una ciudad segura, el problema a menudo es que los delitos se hacen notar cuando se concentran en un punto. Es entonces cuando los vecinos perciben ese aumento de inseguridad que ha generado tantos problemas en los últimos años: normalmente siempre alrededor de una casa ruinosa, donde se concentran marginados o directamente delincuentes que consumen drogas, se pelean entre sí y cometen pequeños robos.  El último caso grave fue el 120 de la ronda de Nelle, que fue tapiado el 21 de junio tras sufrir un incendio. Antes, era el lugar más problemático de toda la ciudad, y el barrio de Agra do Orzán lo sufría especialmente. Ahora reina la calma. “Estos problemas se solucionan con ladrillos”, sentencia un policía nacional.


Había 82 personas en ese edificio. No todos eran problemáticos pero una gran parte sí, sobre todo los más jóvenes, que se enzarzaban en peleas violentas y eran conocidos por atracar a viandantes, de forma violenta, para llevarse los móviles. La Policía Nacional estaba bastante segura de que en uno de los pisos había un alijo de móviles robados que luego eran enviados a algún pais norteafricano, pero nunca pudieron reunir las pruebas suficientes como para convencer a la jueza de que les firmara una orden de registro.
Se temía que, tras el tapiado, simplemente se moverían a otra localización y el problema volvería a empezar pero, tras dos meses, parece evidente que no ha sido así. “Muchos estaban de ‘alquiler’, pagando a otros la habitación. Ahora están en casa de unos amigos, haciendo lo mismo”, comentan las autoridades. La situación no ha cambiado en sí, pero ahora se encuentran dispersos por toda la ciudad, de manera que su presencia ya no se deja notar tanto.  


Con los incendios 

Esto ha ocurrido en varias ocasiones cuando se trata de casas okupa: un incendio acaba de forma abrupta con un problema que en ocasiones lleva meses, o años, judicializado. En otros casos, no es tan fácil. Por ejemplo: el nueve de este mes ardió el bajo del número 58 de la calle de San Andrés. El inmueble es conocido por acoger sintecho, y se sospecha que el incendio pudo haber sido provocado de manera accidental por uno de ellos. Los daños fueron graves, pero todavía no se ha tapiado porque existe un problema legal: son varios los propietarios, y no se ponen de acuerdo.   


Sin embargo, poco a poco, los edificios que llevaban mucho tiempo vacíos han sido condenados: sus puertas y ventanas, tapiadas, de manera que se previenen futuras intrusiones. En esto tiene que ver, sin duda, la reactivación del mercado inmobiliario: con los precios de la vivienda por las nubes, se ha vuelto rentable construir incluso en inmuebles de la zona Pepri (Plan Especial de Protección y Reforma Interior) que afecta especialmente a la Ciudad Vieja y Pescadería. Esto significa que se eliminan muchos refugios de marginalidad y delincuencia del centro de A Coruña.


Hace solo un par de años, la asociación de vecinos del Orzán denunciaba que en su barrio, en el estrecho margen que hay entre el Paseo Marítimo y la calle de San Andrés, existían 48 edificios en un estado ruinoso. Muchos estaban cubiertos por una tela que prevenía de caída de escombros sobre los transeúntes. Sin embargo, en los últimos meses, el paisaje ha ido cambiando, y en los viejos edificios se cuelgan carteles que anuncian nuevas promociones.


Pisos turísticos 

Existe cierta polémica sobre si algunos de estos edificios se destinarán a pisos turísticos. Es un negocio  que las autoridades están tratando regular, sobre todo en la zona Pepri, pero todos están de acuerdo en que es mejor tener turistas que okupas como vecinos, sobre todo teniendo en cuenta que el centro, a pesar de concentrar muchos de los pisos turísticos, nunca ha soportado ningún problema al respecto. 


Eso no quiere decir que ya no haya ruinas en la ciudad. Solo el año pasado, la Policía Local contabilizó 23 intervenciones en inmuebles ruinosos, la mayoría por sucesos como desprendimientos de fachadas. Pero las empresas de desokupación consultadas afirman que el principal problema no son los okupas, entendidos como individuos que allanan una propiedad vacía y se apropian de ella, sino los ‘inquiokupas’. Es decir, los inquilinos morosos que se niegan a pagar el alquiler.


Pero este es el tipo de okupación menos relacionado con la criminalidad y el que menos preocupa. Son los edificios abandonados los que se convierten en focos de criminalidad, pero se trata de un fenómeno en recesión después de varios años de auge. 

El tapiado de edificios en ruinas ha conseguido dispersar la delincuencia en los últimos meses

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