Si la ronda de Outeiro es una de las vías con más densidad de tráfico de la ciudad, y cada vehículo que circula se convierte en una tortura para el descanso nocturno, el resultado de la ecuación da una idea aproximada de hasta qué punto llega la desesperación de los vecinos de las casas de Franco y de algunas calles de O Ventorrillo, como monasterio de Bergondo.
La placa metálica situada desde hace años a modo de ventilación para el aparcamiento subterráneo tiene el mismo efecto de martilleo y saturación constante que hace una década, cuando comenzaron unas protestas que los residentes no saben muy bien a quién remitir, tal y como afirma el vicepresidente de la asociación de la zona, Aníbal Rodríguez. “El ruido es ensordecedor desde hace más de una década, pero no sabemos si es problema del garaje o de quién es. La realidad es que se hacen arreglos provisionales, se ponen chapas y se sueltan, desde antes de 2011”. Mientras, los residentes en las zonas próximas rezan para que los vehículos superen el desnivel de la forma más lenta y sigilosa.
El quebradero de cabeza no sólo se produce de chapas para fuera, sino también hacia dentro de un aparcamiento en el que, según la asociación vecinal, algunos coches tienen que cubrirse con lonas, debido a las filtraciones.