La buena salud de la que goza la calle San Juan de A Coruña no oculta una cierta sensación de vacío que muchos de sus clientes sentían desde hace un año. Y es que la calle de los domingueros por excelencia perdía en junio del año pasado a El Huevito, buque insignia de la zona y con actividad permanente desde 2023. Lo que en principio había sido un cierre se quedará en un incómodo paréntesis, ya que en aproximadamente un mes volverá a abrir sus puertas. Lo hará con una nueva dirección, aunque con un pleno respeto al legado de un establecimiento que el próximo año celebrará su 90 aniversario.
José Méndez, un conocido hostelero, ha dado un paso al frente y ahora le pasa como a Spiderman: un gran poder conlleva un gran responsabilidad. Empresario de éxito en el mundo de la hostelería, en su currículum se encuentran proyectos como la coctelería Dúbidas, el San Francisco en la Ciudad Vieja o el Compinche, también en la calle San Juan. Precisamente, el hecho de haber trabajado codo con codo, o mejor dicho puerta con puerta, con El Huevito, le otorga un conocimiento del modelo de negocio al que también ayuda su buena relación con Javier Rivera, antiguo propietario. “Vamos a recoger toda la esencia original, con los mismo proveedores y el mismo sentimiento”, afirma. “Se trata de mantener, pero también de mejorar algunas cosas”, añade. La semana que viene comenzará una reforma que tiene por objetivo ser lo más sutil posible y finalizar antes de un mes. “Será una lavado de cara para mantener una idea. Perder El Huevito fue quedarse sin una parte muy significativa de la historia de la hostelería en la ciudad”, reconoce.
Es El Huevito uno de esos bares de ‘profesionales’, pero también de nostálgicos de un modelo de establecimiento que anclado en el analógico y la tradición. Son pocos los coruñeses que en su día pasaron por la EGB y que no han interactuado, consciente o inconscientemente, con el establecimiento de la calle San Juan. Pequeñ en dimensiones, pero con una capacidad sobrenatural para dar cabida a toda una ciudad. “Mis primeros recuerdos se remontan a mi niñez, cuando salía del colegio y mi madre nos paraba en la puerta para comprar los bocadillos de jamón más ricos de la ciudad”, asevera Méndez.
Aunque el factor nostalgia y la experiencia de viaje en el tiempo no dejan demasiada capacidad de maniobra, la nueva propiedad tiene un as en la manga guardado para los clientes de toda la vida: al cruzar la puerta se encontrarán, seguramente, con una sorpresa tan agradable como inesperada.