Parada obligatoria cada 23 de junio como si de un Camino de San Juan se tratase, la calle calle homónima no ha parado de recibir fieles y curiosos a partes iguales desde el mediodía. A última hora de la tarde ya era una especie de ‘escape Room’ del jolgorio: uno sabe cuándo entra, pero ni de broma cuándo y donde logra retornar. Es el peaje a un tránsito de camaradería empapada principalmente en cerveza y maridada con churrasco (10 euros la ración) y sardinas (entre 3 y 5 euros).

Se trata de una romería transversal e intergeneracional en la que pedir se convierte en una odisea y un reto a la paciencia. Rebajar los diez minutos de cola y espera por consumición es imposible. Al menos, el récord de grifos móviles (cada local plantó el suyo) ameniza la cola entre broma y broma.

Y es que la jornada de fiesta más grande en la ciudad de ante todo eso: socializar. Las camisas floridas, la moda de las de fútbol vintage (la mayoría de jugadores eran estrellas antes de que los que portan su réplica hubieran nacido), así como las conmemorativas se llevan la palma. También es curiosa la creciente mezcla de acentos e idiomas que el callejón Diagón de San Juan. Una calle en la que no había hogueras, pero donde el todo estaba que ardía.