La literatura gótica del siglo XIX, y especialmente varios clásicos de terror y misterio, contribuyó a definir los rasgos de la psicopatía criminal y del asesino en serie que la ciencia y la tecnología han validado con el paso de los años, según ha constatado un libro escrito por dos expertos en la materia.
El catedrático de Criminología Vicente Garrido y el penalista y también profesor universitario Virgilio Latorre analizan la figura del psicópata en "El monstruo y el asesino en serie, de Frankenstein a Hannibal Lecter" (Ariel) tomando como punto de partida varios clásicos de la literatura victoriana.
Lo hacen con cuatro novelas: "Frankenstein o el moderno Prometeo", "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde", "El retrato de Dorian Gray" y "Drácula", que a su juicio poseen el "común denominador de iluminar el origen y características de la maldad incontrolable" y que "pese a su condición de novelas, dieron cuerpo y aportaron ideas innovadoras a la investigación científica sobre el psicópata (loco moral) en décadas posteriores, así como acerca del asesino serial".
Según explica Garrido a EFE, "es como si hubiese habido una alianza implícita entre aquellos literatos y los científicos del XIX para desarrollar el concepto moderno de psicópata. El desarrollo científico posterior, especialmente en materia de psiquiatría o antropología criminal en la segunda mitad del XX, lo que ha hecho es descubrir conceptos e ideas que estaban implícitas en estas novelas".
Estos clásicos de la literatura gótica, a juicio de ambos autores, dibujan los parámetros característicos de la psicopatía: "La utilización del doble pero no con fines literarios, sino para revelar otro lado de nosotros mismos; el uso de la sombra, la parte oscura de cada uno que convive con nosotros y forma parte de nuestra personalidad; y cómo esas desviaciones en el conjunto de la psique producen cierta maldad", detalla Latorre.
Aquellos autores, que "escribieron en una época en la que la antropología criminológica nacía con una extraordinaria fuerza", añade este letrado, pusieron el foco en que "lo monstruoso no es el sujeto monstruo, sino sus actos, y también que el delito se produce en todas las capas sociales, porque el Dr. Jekyll o Dorian Grey son personas de clase alta, respetadas y valoradas".
A esto, Garrido añade cómo novelas posteriores, como "El talento de Mr. Ripley" y "El asesino dentro de mí", van configurando "los tipos fundamentales de psicópata criminal hoy en día, que es el psicópata elegante y bien hablado que se mueve bien entre la sociedad".
En el libro se expone que el crimen es consecuencia o producto de la psicopatía, pero también que la mayoría de psicópatas están integrados, es decir, que son personas que pueden ser amorales o ventajistas, pero en ningún caso criminales.
"La clave de la discusión criminológica en estos momentos es cómo se convierte el psicópata o sociópata en criminal. Hay una teoría neurobiológica en la que son determinantes unas alteraciones de determinadas partes del cerebro que conducen a que esa psicopatía de el salto a la violencia. Hay otras, de tipo social, lo que se llama el aislamiento social, que exponen que son ciertas reacciones en cadena las que preceden el acto criminal", explica Latorre.
"Apostamos por otra teoría similar, basada en que la personalidad de un sujeto se conforma a través de una especie de conflictos internos que se producen a partir de represiones, de anhelos que no son realizados, y que se van ubicando en un ámbito oscuro de nuestro subconsciente -añade-. Ese lado está siempre en una especie de negociación con nuestro yo real, con nuestra personalidad tal y como la tenemos perfilada".
A juicio de Latorre, "en una mente sana esos equilibrios se logran mantener, pero cuando la sombra ocupa todo el espacio entonces se pasa al acto. Aparece el aspecto más primario, más instintivo y más irracional del sujeto y lo que es una psicopatía integrada se convierte en crimen".
Preguntados por cómo se desenvuelven los rasgos psicopáticos en una sociedad que facilita el aislamiento social, ambos expertos coinciden en que "no sólo la psicopatía, sino el crimen en general se ajusta a las circunstancias de su ambiente y de su tiempo".
"Siempre ha ocurrido así. Por poner un ejemplo, antes un pederasta tenía que exponerse más que ahora para conseguir víctimas. Hoy hay millones de archivos de pederastia en páginas web. Estos criminales siguen teniendo las mismas inclinaciones y la misma configuración psicológica, pero ahora pueden gozar de más anonimato, pueden actuar de una forma oculta o a distancia", explica Vicente Garrido.
A juicio del catedrático de la Universitat de València, "esta nueva forma que tenemos de relacionarnos, paradójicamente más aislada a través de la herramienta de mayor conexión que hemos tenido jamás, no es que contribuya a crear más psicópatas, sino que facilita a quienes tienen estas tendencias que actúen sin demasiado control".
Esto, en su opinión, crea escenarios en los que aumenta la vulnerabilidad y los posibles agresores actúan con mucho menos control: "Es más fácil, digamos, que salga esa parte de la sombra o de la doble vida o de la doble personalidad", añade.
Latorre apunta que, aunque no ha sido objeto de este libro, él considera que "evidentemente, los contextos tecnológicos y de aislamiento del sujeto pueden predisponer a la falta de empatía y por tanto inclinar hacia determinados trastornos psicopáticos".
Y esa falta de empatía tiene una traducción que le parece importante: "Es la cosificación del otro al que puedo maltratar, y eso se ve claramente en el ámbito de la violencia de género".
"Sin embargo, actualmente la tecnología policial pone las cosas mucho más complicadas a los criminales. No es que nazcan menos asesinos en serie, es que se les pilla antes. Hay que tener en cuenta que en la conocida como época dorada del asesinato serial, que va de los 70 a los 90, no existía ni el análisis de ADN, que ha sido clave, ni las cámaras de vigilancia o el posicionamiento GPS", afirma Garrido.