La Semana Santa en A Coruña es mucho más que potajes de vigilia y bacalao con coliflor. En la ciudad herculina, esta festividad evoca sabores más golosos y parte de la dulce culpa la tienen las tiendas dedicadas a la repostería.
En obradores como Praliné, situado en la calle Orzán 150, las horas del día no parecen suficientes para atender a todos los clientes que, boquiabiertos, entran en la tienda atraídos por el llamativo escaparate. “Para que el espíritu de la Pascua nos inundase, nos vimos obligadas a bajar la persiana durante el primer fin de semana de abril”, recuerda, aún sorpendida Alejandra Pardo, que, junto a Susana Lata, rige esta pequeña tienda. “El esfuerzo, sin lugar a dudas, mereció la pena. Resulta gratificante ver con qué sonrisa compra cada cliente”, comenta Pardo.
Nada más acabar la Navidad, Alejandra y Susana ya pensaban en Pascua y desde el mes de diciembre trabajaron en los clásicos huevos de chocolate. “La tradición, que cada año cobra más fuerza, dice que todo padrino debe regalar a su ahijado un dulce”, explica Pardo. Una costumbre que en Praliné concocen como pocos, pues llevan 18 años endulzando la Semana Santa.
Pero por si algo destaca la bombonería es por sobrevivir “sin atender a las modas”, como subraya Alejandra Pardo. “En Praliné apostamos por el huevo de chocolate de siempre. Hacemos los huevos de chocolate blanco, negro, con leche y sin lactosa”,enumera, de memoria, Alejandra.
Una vuelta a la Pascua tradicional, que queda patente en las cestas sostenibles tipo nido que, como anuncia Pardo, "se llenan con las figuras más clásicas de esta época": los conejos, los pollitos y las galletas de mantequilla.
Este año, del extenso, y delicioso, catálogo de Praliné, en el que se pueden encontrar huevos de todos los tamaños, gustan sobremanera “los huevos pintados a mano con acuarela”, destaca Alejandra, que agradece “la fidelidad de los clientes de siempre”.
Julián Suárez es el orgulloso propietario de la confitería París, un negocio que como comenta, “nunca ha dejado de ser familiar”. Suárez, se ha convertido en la segunda generación de una pastelería que nació en 1983 y que entiende la Pascua “a través del chocolate y las monas”.
Un trabajo laborioso, el de dar forma al chocolate, que, en palabras de Julián, aún se complica más “por la humedad que tiene Galicia”. Una desventaja que, como al resto de compañeros de profesión, le obliga a pensar en Semana Santa en cuanto se le pone punto y final a la Navidad.
Pero no hay mal que por bien no venga. El tiempo que pasa hasta que arranca la deseada Pascua, sirvió al repostero para luchar para poner en valor los sabores tradicionales. “Con todo lo que pasó durante la pandemia la mentalidad cambió. Por eso, tratamos de elaborar piezas en las que el protagonista sea el chocolate. A día de hoy, se utiliza mucho la pasta de azúcar. En confitería París queremos que la gente aprecie el sabor que está comprando”, asegura Julián.
Así, el obrador de París retornó al origen presentando huevos, casas y animales elaborados a base de chocolate. “Queríamos volver a la tradición. La pastelería está caminando hacia un formato en el que prima más la estética y se da de lado al sabor”, apunta con decepción Suárez.
Toda una declaración de intenciones que han apoyado, y de qué forma, los vecinos de Monte Alto. En la calle de la Torre 6, donde se encuentra el local, los vecinos hacían cola, desde bien temprano, con alguno de los huevos con motivos florales, demostrando que los clásicos nunca fallan.
Al pasear por la calle Panaderas resulta casi imposible no pararse a admirar el escaparate de Los Postres de Kelly. El motivo no es otro que las creativas monas de Pascua, que durante siete días desplazan a la repostería tradicional.
En el obrador de Raquel Martínez, dueña del negocio, se venden como churros las monas, un bizcocho relleno con cobertura de chocolate que destaca por su decoración, en la que priman los adornos infantiles. “Cada año tratamos de sacar monas divertidas y diferentes, que llamen la atención de los niños. Este año, la de Pikachu está arrasando”, revela.
No importa si se es cliente habitual o no, todos quieren alguno de los postres creados por Martínez. Y no es para menos. Las monas las elaboran con chocolate barry, le dan color con manteca de cacao y las pintan con muy poco colorante.
Un buen hacer que les ha servido, en tan sólo siete años de vida, para ir captando nuevos clientes. “Hay personas que han comprado desde el primer día que abrimos pero cada año vendemos más. El año pasado despachamos más de 400 figuras, cifra que esperamos superar esta Pascua”, cuenta con ilusión Raquel.
Guste más la repostería tradicional o la de vanguardia, A Coruña demuestra ser fiel a su cita con la Pascua, día en el que, incluso, regresan a la ciudad aquellos que ya no viven en ella para disfrutar del día festivo en familia.