El Qatargate, el caso de corrupción que sacudió el Parlamento Europeo, fue un regalo para el primer ministro ultranacionalista húngaro, Viktor Orbán, en su campaña para deslegitimar las críticas de la Unión Europea (UE) a su Gobierno.
“Este es el aspecto del Estado de Derecho en Bruselas”, comentó Orbán en su cuenta de Twitter la foto de las maletas y bolsas llenas de dinero en efectivo incautado por la policía belga.
Los fajos de billetes esparcidos sobre la mesa en la fotografía son los supuestos sobornos recibidos por parlamentarios europeos para favorecer a Qatar.
Un millón y medio de euros fueron intervenidos al ex eurodiputado italiano Pier Antonio Panzeri y a una de las vicepresidentas de la Eurocámara, la socialdemócrata griega Eva Kaili, que fue suspendida.
“Esto le llegó en un momento muy oportuno. Orbán ahora puede apuntar a que en otros lugares también hay corrupción y que Bruselas, así como toda la UE, está contagiada”, explicó Bulcsú Hunyadi, analista del Instituto Political Capital.
El experto destacó que el Parlamento Europeo siempre fue la institución más severa en las críticas a Hungría. Con todo, el lunes Orbán tuiteó un meme de gente riéndose a carcajadas al oír la frase: “El Parlamento Europeo está seriamente preocupado por la corrupción en Hungría”.
El regodeo del primer ministro húngaro es compartido por otros populistas europeos.
El escándalo llega cuando el Gobierno de Orbán fue puesto bajo estricto control comunitario y vio congelados 6.300 millones de euros de fondos europeos por violaciones del estado de derecho y corrupción.
Hungría ocupa el puesto 73 en el Índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional, el peor de los Estados miembros después de Bulgaria, y al mismo nivel que Gana, Kuwait y Senegal.
Orbán podría incluso aprovecharse del escándalo a nivel europeo reforzando los mensajes populistas contra la elite comunitaria y hacer frente común con otras formaciones y líderes euroescépticos.