Ahora, todo depende de Yolanda Díaz. O casi todo

Ignoro, cuando esto escribo, en qué estado se encuentran las conversaciones entre Yolanda Díaz y las dirigentes de Unidas Podemos en busca de una plataforma común para presentarse a las elecciones anticipadas al 23 de julio. Pero del resultado de esas negociaciones, que deben estar culminadas dentro de una semana para presentar formalmente una candidatura, puede depender no solo la suerte de la propia aún vicepresidenta y ministra de Trabajo, sino la de toda la izquierda, PSOE incluido, y la del propio Pedro Sánchez, que al menos sobre el papel se configura como muy probable perdedor de los comicios que él mismo convocó.


Difícil tarea la de la señora Díaz, que ha dado abundantes muestras de pragmatismo y de sentido común... hasta el momento. Pero ignoro cómo cuadrará el círculo vicioso de su mala relación con Ione Belarra, con Irene Montero y con los otros dirigentes de Podemos, incluyendo desde Lilith Verstrynge y Pablo Echenique hasta al ‘ausente’ Pablo Iglesias, muy influyente sobre lo que ocurre en la formación morada desde su teórico alejamiento allá en su aún bastante clandestina ‘tele’. Muy poca gente creerá en la solidez de una plataforma entre el Movimiento Sumar y Unidas Podemos, porque el alejamiento entre ambos ha sido patente incluso en la pasada campaña electoral. ¿Nos dirán ambas partes ahora, con todo lo que hemos oído a los unos sobre los otros, que pelillos a la mar y nos ofrecerán la escena del sofá de la reconciliación?


Me pregunto si este inicio de las conversaciones con plazo fijo no será, por el contrario, para escenificar la ruptura. Muchas veces hemos oído que Yolanda Díaz para nada querría tener como ‘número dos’ de su formación a las ministras Belarra o Montero, y menos aún contar de alguna manera con su ex mentor Pablo Iglesias, con quien las relaciones son peores que malas. Tampoco se ve posible una alternativa en la que se agrupe Más País de Errejón, que salió como salió de Unidas Podemos, Compromís, En Comú y otras pequeñas plataformas regionales o locales donde la convivencia con los ‘morados’ ha sido poco menos que imposible.


¿Entones? Sospecho que nunca se hará realidad algo que hoy es una utopía, o una distopía, a saber: que Yolanda Díaz, en una nueva ‘operación Garzón’, como la que hizo Felipe González en 1993, entrase como independiente en las listas electorales del PSOE, colocando a algunas de sus gentes más relevantes en estas candidaturas. Al fin y al cabo, el PSOE necesita renovar sus listas de candidatos al Parlamento y encontraría así una oportunidad de ‘regenerar’ la ideas y renovar las caras de una izquierda desgastada, algo trasnochada y herida por los errores de Sánchez y de sus cercanos asesores, en La Moncloa o más bien fuera de ella.


Algunos socialistas, con los que comento esta posibilidad, a la que ven como deseable pero no fácilmente realizable, admiten que el partido fundado por Pablo Iglesias en 1879 y muy zarandeado en los últimos tiempos necesita una sacudida, una profunda reflexión, nuevas ideas, nuevos rostros y ‘menos presidencialismo’. Claro, en Sumar dicen que este partido no se creó para servir de muleta a un ‘sanchismo’ herido de muerte.

Ahora, todo depende de Yolanda Díaz. O casi todo

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