No está en nuestra mano escoger qué frontera nos tocará en suerte en este mundo que habitamos. Patria y padres se nos conceden al azar. Desde mi suerte de perímetro, observo a aquellos que van y vienen por deber, hombres, mujeres y niños, que nos inquietan a los demás y a sí mismos. Han peregrinado por todos los pasos abiertos: los límites son solo y siempre administrativos. No todos ellos estarían obligados a morir en una guerra. No todos ellos estarían perseguidos por una dictadura. No todos ellos tendrían hambre. ¡Cuantos murmurarán el nombre de la tierra de sus padres mientras interrumpen nuestro sueño para acechar su sueño!
Es triste la condición de todos aquellos que caminan según el paso de otros, que para amar, trabajar, vivir, y hasta morir, reciben la aprobación de los que otra suerte de nacimiento tuvieron. Crece el discurso migratorio en nuestro país.
A veces me da miedo, lo sabes, te lo he contado, que entonces solo paseo y leo, sabedora de que ahí soy libre, que puedo emanciparme con humildad de cualquier discurso.
Por estos días he leído La Parcela, primera novela del poeta Alejandro Simón Partal. El libro, bellísimo, narra el encuentro entre dos personajes con suertes distintas que coinciden en su desarraigo. Los dos personajes, migrantes, un refugiado sirio y un profesor español, tienen sus propias dificultades para habitar el espacio. La historia se contextualiza en lo que se conoció como La jungla, un asentamiento de inmigrantes ubicado en el norte de Francia, a escasos quilómetros de Calais, y a unos cuarenta quilómetros de Inglaterra. Corría el año 2015, y se contaban por miles los sirios, eritreos, sudaneses y afganos, entre otros, que se hacinaron en el corazón de Europa.
No queda esa jungla de aquella gran crisis migratoria que sobrevoló el continente, pero de nuevas parcelas, de nuevas junglas, seguimos siendo espectadores. Escribe el escritor francés Emmanuel Carrère: “Tan ocupados estamos en domesticar a los búfalos de nuestro cercado, que hemos olvidado que ahí cerquita hay otros búfalos en otros cercados”.
El personaje del refugiado sirio en la novela La Parcela se llama Nizar, en honor, tengo entendido, al poeta sirio Nizar Qabanni. Escribió Qabanni hermosos poemas de amor, pero yo me quedo con la fuerza de El Poema y la Geografía: “En los países de Occidente, amiga mía, el poeta nace libre. Aquí el poeta nace en un saco de polvo, canta a reyes de polvo y a espadas de polvo. Es un milagro que el poeta convierta la noche en día. Es un milagro que plantemos flores entre asedio y asedio”.
Paseo y leo. Para comprender. Para afirmar mi mirada. Para conocer lo otro. Y al otro. Así abro mi parcela.