En el siglo XV los castellanos utilizaban la expresión “A buenas horas, mangas verdes” para reprochar a los Cuadrilleros de la Santa Hermandad, la policía rural creada por los Reyes Católicos, que llegaran tarde al lugar del delito. El dicho hizo fortuna y se sigue utilizando hoy para lamentar que la solución a un problema tarde en llegar causando males irreparables.
La frase es aplicable al Gobierno que llegó tarde y gestionó mal la crisis generada por los precios de la energía y el paro del transporte de mercancías. Primero ninguneó a la Plataforma convocante, no la reconoció como interlocutor e insultó a sus integrantes, atribuyéndoles vinculaciones con la extrema derecha.
Y parece que no, que no son de extrema derecha. La ministra Yolanda Días, que tiene más olfato político que sus colegas del lado socialista, dijo que “son el colectivo más vulnerable” y las señoras Maroto, Raquel Sánchez, Calviño y María Jesús Montero se envainaron el “argumentario” oficial y la titular del Transportes acabó reunida con el líder de la Plataforma.
Segundo, porque las ministras del Gobierno llegaron tarde y con promesas inconcretas a la primera reunión con la patronal del sector. Días después, en la madrugada del viernes, mejoraron la oferta y alcanzaron un acuerdo “razonable” del que sigue descolgada la Asociación que convocó la huelga, que se arriesga a no ser comprendida por la sociedad que también está pagando la subida de los precios de la energía.
“A buenas horas…”. Una decisión aceptable como el acuerdo con los transportistas tomada tan tarde es una mala decisión, porque la tardanza estranguló a sectores productivos, como la agricultura y ganadería, la pesca, el comercio y la industria, asustó a los consumidores y causó una gran tensión en toda la sociedad.
¿Cómo entender que el Gobierno se negara a hablar con la Plataforma convocante de la huelga invocando el mantra “son pocos y están manejados por la ultraderecha, o le están haciendo el juego a Putin”? ¿Por qué se parapetaba el Gobierno esperando los resultados de la cumbre europea para no abordar la crisis que asolaba España, cuando Europa no impedía tomar decisiones, como hicieron otros países?
A este Gobierno, que dice estar al lado de las gentes, le sobró soberbia. Y le faltó empatía, diligencia y rapidez. Y liderazgo. ¿Habrán aprendido de los errores las ministras designadas para negociar y gestionar mejor otras crisis, que vendrán?.
“Bien está lo que bien acaba”, sentencia otro dicho. Ahora falta saber si la “autonomía” que dio Europa a España y Portugal para frenar los precios de la energía se concreta mañana en medidas beneficiosas para todos. También para los ciudadanos de a pie.