Mientras los diferentes responsables políticos, sindicales, empresariales y financieros discuten por imponer sus teorías para encontrar una salida al largo túnel de la crisis, son miles las familias humildes que malviven en la economía sumergida y con las escasas ayudas públicas.
Algunas empresas ya se han permitido la licencia de poner encima de la mesa de negociación la posibilidad de la reducción salarial y la rebaja de categorías profesionales así como la supresión de turnos de trabajo bajo amenaza de presentar expedientes de regulación de empleo.
Algunos trabajadores apenas tienen tiempo a digerir la pérdida de empleo para engrosar las listas del paro y engancharse a la economía sumergida para hacer frente a la hipoteca, al colegio de los hijos y el poder tomarse un café con los amigos, de vez en cuando.
Muchos jóvenes y no tan jóvenes se buscan la vida en el extranjero pues son conscientes de que con la misma preparación académica, en Gran Bretaña, Holanda o Alemania perciben un salario tres o cuatro veces superior al de España. La emigración vuelve a ser una válvula de escape para muchos ciudadanos pero al mismo tiempo un castigo para un país que deja escapar a miles de jóvenes profesionalmente cualificados.
En España la picaresca y la especulación son armas muy utilizadas por algunos personajes sin escrúpulos más preocupados de su patrimonio personal que del bienestar general. Así, en los próximos años, tanto España como en el resto de Europa, formaran parte de un gran laboratorio de pruebas para los tecnócratas, políticos y financieros que jugaran a experimentar y poner en práctica nuevas teorías económicas, sin importarles demasiado las consecuencias.