Es evidente que la izquierda es especialista en poner etiquetas y además lo hacen bien. Tiene tentáculos mediáticos más que suficientes para saturar a la ciudadanía con los mensajes elaborados en la factoría de Moncloa y desarrollar así sus estrategias contando, como no, con la inestimable ayuda del ínclito Tezanos que ya tiene el prestigio del CIS por los suelos. Y es que todo lo que no se someta a la disciplina y al argumentario de la izquierda es fascista, ¿por qué? Porque lo dicen ellos y punto. Progresista era Fidel Castro y ya ven como están los cubanos, progresista era Ortega en Nicaragua y ya ven la dictadura que montó al calor del “progresismo”, también era progresista la Argentina de los Kirchner y dejó el país que no tenía ni carne para un asado. Y también Chávez y Maduro eran progresistas y Venezuela tiene su democracia secuestrada por un gamberro analfabeto que hizo de trilero para robar a sus ciudadanos el respeto a su soberanía. Y Zapatero, con el Psoe de la mano, aplaude sin rubor el atraco a las urnas del progresista Maduro con el podemita de palmero. Si señores, harto ya de tanta falacia progresista ha llegado el momento de poner las cosas en su sitio. El progresismo que la izquierda abandera es una gran estafa, un regalo envenenado envuelto en papel de seda para engañar a los ciudadanos. Claro que todos queremos progresar, pero el “progresismo” que nos venden nada tiene que ver con el progreso, lo utilizan como un eufemismo amable para corromper democracias, un caballo de Troya que dentro guarda rencor, ansias de poder.
Ustedes se acuerdan cuando Sánchez hizo lo que hizo y se quedó con el aparato del partido socialista, por si acaso se lo recuerdo: “todas las decisiones importantes se someterán al voto de los afiliados que son los auténticos dueños del partido”. Pues bien, ni una sola vez consultó nada a las bases, ni indultos, ni amnistía ni pacto fiscal para Cataluña ni nada de nada. Otra vez palabras amables para estafar a la concurrencia. Lo asombroso la cara de hormigón armado que tienen, un día la amnistía es inconstitucional y al día siguiente es la mejor decisión para España. Un día niegan el cupo catalán y al día siguiente lo aplauden con fervor ¡y no se ponen ni colorados! Si tuviéramos la paciencia de revisar hemerotecas nos sorprenderíamos de la cantidad de veces que Sánchez ha cambiado de opinión, osea, ha mentido para hacer lo que le venga en gana y todos a tragar. Por supuesto los medios afines de prensa, radio y televisión están a la orden y donde dijeron digo hora dicen Diego con una pasmosa naturalidad y falta de escrúpulos. Ahora resulta que la nueva huida de Puigdemont es progresista, que someterse a las decisiones de Esquerra Republicana es progresista y por si fuera poco, pretenden que los españoles nos traguemos el cuento como si fuéramos imbéciles. Sánchez está colgado de la brocha, sin los votos de los golpistas catalanes no es nada ni nadie y para conservarlos es capaz de todo y de más. Progresar queremos todos y cuanto más mejor, pero no nos vendan como progreso eso de “hacer de la necesidad virtud” por eso solo es “progresismo” del que quiere Sánchez y con ese cuento lleva seis años asentado en Moncloa. Un progresismo de cuidado…