Para mí el deporte, como practicante y periodista, siempre ha sido una de mis grandes prioridades. Cuando hacía el bachillerato, aquellos cursos que tenían tres escalones o topes seguidos, cuarto, sexto y preuniversitario, me dediqué con gran intensidad a practicar un deporte que considero de gran calado: el atletismo. Durante un tiempo, hasta que un par de lesiones me retiraron, practiqué el salto de longitud teniendo en mi haber un par records que me señalaron como una promesa de este deporte a nivel infantil y juvenil. Unos resultados que me hubieran permitido disfrutar de una beca fuera de Galicia, pero circunstancias familiares me lo impidieron.
Este pasado domingo viendo por televisión los JJOO me di cuenta de lo que significan las lágrimas para los deportistas. Dos claros ejemplos me trajeron muchos recuerdos cuando en un par de ocasiones cuando iba por el aire en busca de superar unos centímetros, la lesión o el mal ejercicio realizado me impidieron conseguir mi meta. Entonces las lágrimas afloraron sobre mis mejillas, como el domingo lo hicieron en los rostros de Carolina Marín, por grave lesión, y Carlos Alcaraz por no ver cumplido su gran deseo de conseguir la medalla de oro. Las lágrimas en los deportistas también son el tributo por haber alcanzado el anhelo, la meta, en este caso la medalla de oro, por parte del tenista serbio Novak Djokovic que no se pudo contener cuando consiguió el último reto tenístico que le quedaba por alcanzar.
No cabe duda de que los deportistas para su ejercicio profesional están hechos de una pasta muy especial, pero también son humanos y exteriorizan de formas muy distintas sus derrotas, pérdidas y la aparición de las lesiones que les apartan de alcanzar la meta por la que trabajan durante años para disputar los JJOO que son el culmen de sus actuaciones dentro del campo profesional del deporte en el que compiten.
Los dos casos más significativos que comento cuentan con matices muy distintos. Mientras que Carlos Alcaraz tiene mucho tiempo y edad para reponerse y entrenar para dentro de cuatro años conseguir la medalla de oro, por su parte Carolina Marín tiene que volver a ese lugar por el que tuvo que atravesar en dos ocasiones distintas para recuperarse de sendas leciones -2019 y 2021- que la apartaron tanto de los JJOO como de las competiciones internacionales en las que está considerada como la reina del bádminton donde llegó a alcanzar el número uno del ranking mundial.
Los deportistas también lloran. Malo sería que no lo hicieran. Con ello demuestran que son humanos. De esta forma exteriorizan toda la satisfacción por el triunfo alcanzado, la desilusión por no haberlo conseguido, o la gran desgracia y sufrimiento que les ocasiona una lesión. En mis propias carnes, entre los doce y diecisiete años, también sufrí este tipo de emociones bañadas con lágrimas tanto de satisfacción como de decepción por recibir algún revés en forma de pérdida o lesión. Como digo son humanos aunque parezcan otra cosa cuando desarrollan su trabajo como profesionales del deporte.