El geógrafo Max Derruau define la ciudad como “una aglomeración importante organizada para la vida colectiva y la mayor parte de su población vive de actividades no agrícolas”. Definición que contiene lo esencial que caracteriza a la ciudad como el hábitat donde vivimos y trabajamos, el lugar de encuentro y de relación social, de comercio y esparcimiento que conforma nuestra forma de vida.
Esa “organización para vida colectiva” requiere una serie de servicios que deben garantizar los gobiernos municipales: abastecimiento de agua, alumbrado público, limpieza viaria y regulación del tráfico, transporte y recogida de basuras, vivienda, asistencia social, actividades culturales y otras prestaciones imprescindibles para convivir en ese marco urbano.
Los estudiosos del municipalismo coinciden en afirmar que siempre es de responsabilidad pública la titularidad, definición, prestación y control de esos servicios, aunque la gestión permanente de varios de ellos o la prestación coyuntural de otros recaiga en empresas privadas o autónomos llamados puntualmente a cambio del pago de sus honorarios.
Aquí quería llegar. Hace pocos días supimos que la deuda de las seis mayores ciudades gallegas con sus proveedores asciende a 23,1 millones de euros y el plazo medio de pago sobrepasa los 30 días que establece la ley. Encabeza el ranking la ciudad de Santiago con un deuda de más de 6,5 millones, que también es la que más tarda en liquidar sus facturas: 61 días, el doble del plazo que fija la ley. Le siguen Ourense con 5,5 millones, Vigo con 4, A Coruña con 3,9 y Pontevedra con 2,8 millones. La más cumplidora es Lugo que tan solo debe 164.500 euros.
Yo no sé si los gobiernos de estas ciudades -y de los demás ayuntamientos deudores- conocen las tribulaciones de la mayoría de las empresas y autónomos que les prestan sus servicios. En principio, merecen mucho respeto y agradecimiento esos hombres y mujeres que adelantan su dinero y entregan toda su creatividad y su trabajo colaborando con los concellos para solucionar las necesidades de la gente. A mayores, muchos de ellos crean empleos que mantienen a familias y generan riqueza para toda la sociedad.
Pero la muestra necesaria de respeto y agradecimiento es pagar en tiempo y forma sus trabajos porque para un autónomo, para un pequeño taller o una pequeña empresa la deuda de 5, 10 o 15 mil euros es tan insoportable que puede abocarles al cierre de su actividad.
De modo que, señores munícipes, antes de emprender la humanización de calles, el embellecimiento de jardines o la organización de eventos para su lucimiento, ¡paguen a los proveedores! Ganaron el dinero trabajando y su trabajo debe ser retribuido.