Felicidad

"Qué vano resulta sentarte a escribir cuando no te has levantado para vivir! Se me antoja que, en el momento en que mis piernas empiezan a moverse, mis pensamientos empiezan a discurrir». 
Es una anotación del diario de Henry David Thoureau, data del verano de 1851. Thoreau fue agrimensor y fabricante de lápices, también uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, alguien completamente convencido de las bondades de la naturaleza, ecologista pionero. 
 

Yo no tendría ni diecisiete años, estudiante uniformada, de cuando las carpetas se forraban con fotografías y un catálogo de letras de canciones, poemas y citas, se escribían en los separadores. Entonces no sabía que aquella premisa que garabatee pertenecía a Thoreau: «Todo lo bueno es libre y salvaje».
 

Desde entonces ha pasado mucho tiempo y he dado muchas vueltas, apuntando dirección, con brújula: He buscado la felicidad, la insumisión, la libertad; he perseguido a mi imaginación, a la música, al silencio; he seguido modas, he hecho el indio, he viajado; he buscado dinero, trabajo, amor, sabiduría, simplicidad; he hecho amigos, pocos enemigos; he buscado la soledad, me he cruzado a la muerte; he perseguido a la aurora y al crepúsculo. Desconozco el orden, o el orden en sí mismo es otra historia.
 

Ahora doy muchos paseos, sigo cualquier camino y no llevo mapa. Voy recolectando todo lo que observo, parece fácil perseguir la belleza y el azar, parece fácil tratar de relacionar lo de fuera con lo de dentro, pero «solo cuando olvidamos todo lo que hemos aprendido empezamos a saber». No sé nada. 
 

El único deseo inextinguible en mi camino ha sido siempre la lectura y contemplar todo lo salvaje que hay en la naturaleza, todo lo selvático, agreste y bravío que habita dentro de mí. Después llegó la escritura, las palabras a modo de búsqueda incesante de la felicidad, o como herramienta coraje para decir o enfrentar la verdad, que escribir nos salva tanto como nos condena. Leer es infinitamente más fácil. 
 

Sobre la felicidad, por ejemplo, leo a Séneca: «Todos quieren vivir felices, pero andan a ciegas queriendo descubrir lo que hace feliz la vida. Y hasta tal extremo es difícil alcanzar la felicidad en la vida que, cuanto más rápido se dirige uno hacia ella, más se aleja si la vía es equivocada. Porque, si va en sentido contrario, la misma velocidad produce una mayor distancia.
 

Así que primero es preciso establecer qué deseamos. Luego, considerar por dónde podemos aproximarnos con más rapidez y, una vez en el propio camino, caso de que fuera el correcto, ver cuánto avanzamos cada día». 
 

Llegado a este punto, lo que ansío es no abandonar los bosques, no ir apresurada, necesitar pocas cosas, no buscar o establecer un orden, «que el tiempo no oculta tesoros. No queremos su luego, sino su ahora».

Felicidad

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