Desde que el pasado domingo Giorgia Meloni ganara las elecciones en Italia no he dejado de leer artículos analizando las consecuencias de este triunfo. Todo son lamentos apocalípticos, como si el triunfo de Giorgia Meloni nos hubiera cogido de nuevas.
Viajo con cierta frecuencia a Italia, la última vez este verano,un viaje de norte a sur, y simplemente preguntando y escuchando era difícil no llegar a la conclusión de que en las urnas ganarían las fuerzas de derecha. Es lo que han querido los italianos y hay que preguntarse por qué.
Y quizá, la respuesta o las respuestas, no gusten demasiado pero lo cierto es que las fuerzas políticas de centro y de izquierdas llevan tiempo sin “escuchar” a los ciudadanos, dedicándose a la ingeniería social y proponiendo políticas que, poco o nada, tienen que ver con las necesidades y sentir de la gente. Entonces llegan partidos populistas como Los Hermanos de Italia, o la Liga o Cinco Estrellas, y se hacen con el voto ciudadano.
No, no es que estos partidos ganadores hayan hecho nada bien ni que tengan solución para los problemas, sino que los partidos tradicionales lo vienen haciendo rematadamente mal. Esa es la cuestión. Hay un divorcio entre la sociedad y los partidos tradicionales porque estos no están sabiendo dar respuesta a las inquietudes y problemas ciudadanos y tampoco conectar con el sentir de la calle.
En Italia ha ganado la derecha más conservadora y extremista, pero el fenómeno del populismo tanto es de derechas como de izquierdas.
Si miramos a Francia tenemos el ejemplo del “subidón” de Jean Luc Mélenchon en la extrema izquierda con su Francia Insumisa y de Marine Le Pen en la extrema derecha. Como lo que pasó en España cuando Podemos, no asaltó los cielos, pero sí llegó a la Moncloa.
En definitiva, los partidos de centro derecha por un lado y la socialdemocracia por otro se han alejado tanto del sentir mayoritario de los ciudadanos, que estos terminan buscando otras alternativas y ahí están los demagogos populistas prometiendo que con ellos todo será mejor.
Veremos en qué queda el fenómeno Meloni y ojalá los partidos que hicieron de Europa un lugar mejor en las últimas décadas, se espabilen en vez de lamentarse tanto.