A Sánchez, tratan de sacralizarlo unos a fuerza de rosarios y de satanizarlo otros, adorándolo como si fuese un dios de diario. Lo culpan, además, de todo, sin pensar que es reconocerle que es capaz de algo. Yo digo, que él, como toda ficción laboral y más en tareas corporativas de máximo nivel, es solo una marca, una referencia, un anuncio de prosperidad empresarial, una promesa, al fin, de economato. El CEO del PSOE que ha tenido que escoger entre el prestigio de la marca al asociarse con otras de menor entidad y calidad, con un solo fin, preservar los puestos de trabajo.
Es fácil, desde fuera, exigirle que sea coherente con el peso específico de su marca y que se mantenga fiel a los estándares de calidad que sus consumidores tienen de ella, o arriesgarse a tener que cerrar y declarar suspensión de pagos, con lo que eso supone para sus entregados empleados. Son bocas que esperan de él, lo que les prometió, un puesto bien remunerado ad vitan y a ser posible aeternam. Creo que lo explica él a la perfección en Manual de resistencia, porque en eso consistió su periplo en la búsqueda de la legitimidad que se le negaba por parte de la directiva de la empresa. Él no se resignó, sino que fue sede por sede ofreciendo la receta mágica, haré todo lo que esté en mi mano para que no os falte el pan institucional, pactaré para ello y si es preciso con el diablo, y eso ha hecho, cumplir con los devotos y también con el diablo.