Acostumbrados al simple ejercicio de tener que darle a un botón para ascender en cuestión de segundos hasta el último piso de un edificio resulta difícil imaginar cómo era para los coruñeses de principios del siglo XX acostumbrarse a saber lo que era un ascensor.
Era el momento en el que la ciudad se expandía por la zona del Ensanche, las familias de la burguesía empezaban a construir sus casas con las tendencias artísticas y los últimos adelantos tecnológicos de la época. Y eso incluía, por supuesto, un ascensor.
El primero del que hay registro en la ciudad estaba ubicado en la calle Compostela, en el número 8. El edificio, tal y como explica Esteban Fernández Cobián en su ‘Guía de Arquitectura’ de A Coruña, comienza a construirse en el año 1910 y su autor es Julio Galán Carvajal.
Es un inmueble de tres plantas, con bajo y ático, como se estilaba entonces, y orientado a mediodía y con vistas a la calle Compostela y a la plaza de Lugo. Alonso Viturro, el presidente de la comunidad, comenta que, además del hecho de tener ascensor, hay otra circunstancia que la convierte en un inmueble pionero en A Coruña, que fue “la primera casa con estructura de hormigón forjado”.
La presencia de ascensor no era algo habitual en esos años. De hecho, los hoteles lo utilizaban como aliciente para sus huéspedes a la hora de anunciarse en los periódicos. Era el caso del Hotel Continental en Vigo y del Gran Hotel de Francia, en A Coruña, que añadían este detalle a las publicidades que insertaban en ‘El Noroeste’ en 1909 y 1912, respectivamente.
El ejemplo de la Casa Viturro fue seguido por más coruñeses, deseosos de poder ahorrarse el engorro de tener que subir a pie todas las escaleras del edificio. Es el caso de los señores de Gradaílle, que dieron una gran fiesta en noviembre de 1914 para inaugurar su casa del Cantón Pequeño, en la que presumían de tener un ascensor operado por un ujier.
En los edificios públicos la cosa iba con más retraso. En junio de 1916, tal y como se documenta en ‘El Noroeste’, empieza a hablarse de instalar un ascensor en la escalera de servicio de la nueva casa consistorial, aunque el proyecto final de poner un elevador en el Palacio Municipal de María Pita no se aprobaría hasta mayo de 1926.
En el caso de la Casa Viturro, el ascensor no está solo, sino que aparece enmarcado en un precioso portal, uno de los más hermosos de la ciudad, con permiso del de la Casa Rey, en María Pita, que es obra del mismo arquitecto.
La entrada a las viviendas cobra en esa época una importancia que antes no tenía. En ese momento se convierte en una puerta al interior del edificio pero, al estar abierto y ser un espacio público, también funciona como un símbolo de grandeza y ostentación de los moradores.
Queda patente por la riqueza del portal que Julio Galán quería demostrar el poderío de los propietarios de este edificio. El portal de la Casa Viturro remite al del Castel Béranger (París, 1897), de Héctor Guimard, tal y como describe Mireia Freixa en su libro ‘El Modernismo en España’. Dos columnas anchas y cortas flanquean la puerta de entrada, que da paso a un vestíbulo largo. En las paredes aparece una estructura de hierro con arcos y columnas que se prolongan por el techo para reproducir una pérgola de jardín y una decoración de ramas y troncos en las paredes.
En la obra de Galán el esquema es similar al de esta casa de París pero, como puede ver cualquiera que se asome a este precioso portal, utiliza otros materiales: escayola y la típica vegetación modernista.
Estas flores que pueden verse repartidas por todo el portal se repiten en el forjado de hierro, pintado de verde, que recubre la caja donde se instalaba aquel ascensor primero.
Pero, para tranquilidad de quienes acudan a visitar a alguno de los moradores o las oficinas de este edificio, el ascensor no es ya el mismo de principios del siglo XX, sino que ha sido renovado porque las medidas de seguridad así lo imponían, aunque la decoración de hierro que rodea el espacio en el que está incrustado sigue siendo la original.
La belleza de la Casa Viturro permanece estos días detrás de unas lonas porque se está rehabilitando la fachada.
Alonso Viturro reconoce que esta empresa está resultando más dura de lo que creía, debido a las complicaciones que acarrea vivir en una casa con tanta historia. “La instrucción es que recuperemos los colores originales de la fachada pero hay muy poca documentación, no hay una constancia clara de cuáles eran”, explica. Han optado por aplicar un color crema, aunque falta que Patrimonio dé el visto bueno.
La previsión es que después de navidades el edificio pueda despojarse de las lonas de forma que vuelva a ocupar su lugar preeminente en la plaza de Lugo.